Desde la dignidad y responsabilidad que se explicita en la firma de esta carta, le escribo en relación a la columna titulada "El quiebre de 1943", publicada en el periódico de su dirección el sábado 4 de febrero último, suplemento "El Rayo", página 3.

Represento a investigadores, profesores, artistas de la proyección y aplicación del folclore y académicos, todos trabajando por la cultura chilena, quienes exigimos respeto por parte del columnista que se permite denostar nuestra historia y desconocer nuestro trabajo que lleva décadas aportando a nuestro país.

La Sección de Folclore, que hoy me honro en presidir, fue fundada por el profesor Rodolfo Lenz y otras connotadas personalidades en 1909 como Sociedad de Folklore Chileno. En 1913, no por simple "absorción", como maliciosa y desinformadamente expresa el columnista, sino por un total acuerdo entre instituciones, la Sociedad primigenia de estudios del folclore (una de las más antiguas de Hispanoamérica) se convirtió en una Sección de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, dentro de la cual, hasta el día, es parte integrante absolutamente vigente. Es decir, aún estamos vivos, no hemos muerto, y todos sustentamos diversas posturas políticas, culturales e ideológicas, a diferencia de lo que el columnista quiere presentar. Agrega a eso la falacia de decir que las publicaciones sobre folclore han sido mínimas en la Revista Chilena de Historia y Geografía, nuestro órgano de difusión fundado por don Enrique Matta Vial, que no era un "ultraconservador", sino un liberal de su época. Lo decimos para que el autor del artículo al que aludimos se informe mejor y revise, como cualquier persona que lea estas líneas, los números disponibles en el sitio Memoria Chilena de la Biblioteca Nacional, y constate la alta frecuencia de publicaciones de artículos en dicha revista en relación al folclore chileno.

La Sociedad fundada por el profesor Lenz, y luego integrada dentro de la Sociedad de Historia y Geografía, tuvo actividad hasta 1922. En 1982 el profesor Manuel Dannemann la puso en marcha nuevamente con todo el poder académico que él poseía. Don Manuel fue director de la carrera de Antropología de la Universidad de Chile, en la Facultad de Ciencias Sociales, alcanzando la categoría de profesor titular de la misma universidad. Fue y sigue siendo el más importante teórico del folclore en Chile. Quedan como testimonio un centenar de publicaciones, a través de artículos y libros, además de sus participaciones en instancias internacionales, tales como The Smithsonian Institution y sus contactos y ponencias en eventos organizados por las universidades más importantes de Europa y América del Norte. No sólo fue recopilador del acervo folclórico, a través del proyecto "Atlas del folklore de Chile", sino también, lo que se puede corroborar en sus publicaciones (por ejemplo, "Cultura folclórica chilena", 2007), fue el teórico más relevante en materia de cultura chilena, en particular, en cuanto a esa parte de la cultura que él definió conceptualmente como "folclórica".

Aquí no hay, ni puede haber, un espacio competitivo o conflictivo contra el enorme trabajo de recopilación y difusión del gran folclorólogo y escritor chileno don Oreste Plath. Quien intente instalar ese escenario, tal como lo hace el autor de la columna que comentamos, desconoce lo que es la esencia de la cultura chilena. En nuestra Sección, de hecho, ha habido y siempre habrá una instancia para relevar la figura del gran investigador, escritor, gestor y difusor de nuestra cultura, cual es don Oreste Plath. Como muestra de lo que afirmamos, contamos con libros de autoría de don Oreste dedicados muy amablemente a don Manuel Dannemann, tratándolo de "colega".

Eugenio Bastías Cantuarias,

presidente de la Sección Folclore

Sociedad Chilena de Historia y Geografía