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Mitologías viñamarinas

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por Felipe Acuña Lang, escritor

En 1995, el Concejo Municipal viñamarino mandó a construir un rostro de mármol de la escritora María Luisa Bombal (1910-1980) en la plaza Villanelo, hoy llamada plaza María Luisa Bombal. La autora está entre medio de edificios de concreto, encajonada en la movida política por restituir el olvido de su alta literatura. Siempre quiso estar al lado de los árboles de la Quinta Vergara.

La ciudad que la vanagloria le otorgó ese honor de estar en un sitio sin memoria, sin elaboración simbólica. El ser humano no se limita a "estar" en un sitio, sino que necesita habitarlo; es decir, incorporar la subjetividad a los espacios y relacionarlos para formar identidades. En ese sentido -como escribe Felipe Baez, en su artículo "La escultura como acontecimiento, hacia una nueva comprensión de la escultura contemporánea"-, esta debe aparecer no solo habitando la ciudad, sino que trastocando de igual modo el acto del transeúnte al generar espacio público, entendido como un flujo de relaciones espaciales del sujeto con la ciudad y la arquitectura.

La escultura de la escritora es una decoración que no invita a la atención de los que pasan por el lugar. Es una escultura mal emplazada, en un no-lugar desprovisto de gracia. En cambio, la escultura "Bloque humano", de Mario Irarrázabal, realizada en 1979, le otorga a la galería Calle de Cristal un valor patrimonial incalculable por ser una obra de arte que llama a la contemplación de quienes transitan el espacio. Es una obra que podría estar en el borde costero o en la galería, cumpliendo una misma función.

Imagino que en una galería tal vez la escultura de la Bombal estaría más cuidada de la humedad y sería objeto de mayor recepción del público viñamarino. En la ciudad que poco lee, o lee mal, sus escritores son recordados para la entretención anecdótica de su literatura pero no se tensiona el espacio público que ocuparon y tampoco el tema es objeto de reflexión de las autoridades supuestamente competentes. Ejemplo de ello es el error curioso en la página web de patrimonio del municipio viñamarino, donde, en monumentos de la ciudad, dice que "la autora ganó el Premio Nacional de Literatura". Está bien que la historia se pueda escribir y reescribir, pero no a costa de negligencias. A Viña se la lee mal. Siendo una ciudad con pasado y presente, estamos empeñados en la frivolidad cultural, donde todo da un poco lo mismo. No es casual ese error con la Bombal, otorgándole un Premio Nacional que nunca tuvo y que mereció tener en vida. Nos ufanamos de la copia de un Rodin en el borde costero y no somos capaces de valorar el patrimonio literario de nuestra zona.

Ya en su último escrito, "La maga y el ruiseñor", María Luisa Bombal evocaba el mal gusto que iba tomando la ciudad en los 60, al descuidar la naturaleza de sus árboles, de sus jardines, por el sometimiento paulatino del cemento. Alguna vez Peña Muñoz, el amigo íntimo de la Bombal en los últimos años, me dijo que los viñamarinos no la merecen. Una pionera de una escritura lúdica merecería como propuesta reactivar el premio literario María Luisa Bombal para sacudir un poco la escena literaria de Viña y hacerla visible a nuevas voces.