Hay dos reflexiones que confluyen en una sola idea tras el cobarde homicidio de la sargento Olivares ocurrido en El Belloto: que cuando se quiere, se puede. Y digo esto, sin dejar de lado el dolor irreparable para la familia de esa servidora pública y muy especialmente, para sus hijos. Cuando se quiere se puede y aplicado a dos aspectos: al policial y al legislativo. Al policial, porque pasaron casi dos años desde que seis reos - entre ellos dos de los sujetos que participaron de este crimen - se fugaron de la cárcel de Valparaíso y nunca más se supo de ellos. Sólo se recapturó a uno y si no hubiese sido por este triste y evitable hecho, habrían continuado burlándose de la ley y la justicia. Y el legislativo, porque los parlamentarios de todas las bancadas - algunos a regañadientes - lograron ponerse de acuerdo, suspendieron sus actividades distritales, sesionaron esta semana y aprobaron parte de la llamada agenda de seguridad. Entonces, uno se pregunta ¿tuvo que morir una persona para que las policías se aplicaran y dieran con estos delincuentes fugados? ¿deben pasar episodios tan lamentables y de tan alto costo para que los legisladores aprueben leyes que doten de un mejor marco legal a quienes tienen a su cargo el resguardo de la población? Quisiera escuchar también qué mea culpa hacen los jueces por sus fallos y responsabilidad en la ya archiconocida "puerta giratoria" y la Defensoría Penal Pública, que si bien cumple un rol fundamental de brindar legitima defensa a, debe sopesar antecedentes previos de quienes, una y otra vez, se sientan a su lado en el banquillo de los acusados.

Irene Paqui

El 25 de junio de 1990, siendo obispo don Alejandro Jiménez (Q.E.P.D), la Pastoral de Derechos Humanos del Obispado de Valdivia, interpuso una querella por los 18 campesinos asesinados en Chihuío el 9 octubre de 1973 (Comuna de Futrono). A los trabajadores al ser detenidos, los llevaron al sector de las termas en Chihuío; allí, fueron torturados y ejecutados. Después se efectuó una inhumación ilegal. A finales del año 1978 y principios de 1979 se procedió a una exhumación ilegal para hacer desaparecer los restos. Durante los primeros días de julio de 1990, terminaron los trabajos de exploración en Chihuío, por parte de arqueólogos y un equipo técnico. El velatorio de los restos encontrados, fue el 25 y 26 de agosto de 1990 en la Iglesia Bautista de Valdivia. Oficiaron el servicio religioso los pastores Enrique Arroyo (bautista) y Gastón Cartes (metodista). El sacerdote Tomás Hemn, reflexionó sobre el drama bíblico de Job. El 5-4-2003 en sector Chabranco, comuna de Futrono, se inauguró un Memorial, el cual está a varios kilómetros del lugar en donde torturaron y asesinaron a los campesinos. Por tanto, para que Chihuío sea recordado como "Sitio de Memoria"; allí, debiera haber una placa con los nombres de las 18 víctimas.

Derico Cofré Catril