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Libro recopila historias de esos trenes que recorrieron la región

El aficionado y coleccionista Randolf Acuña plasmó en el papel toda la nostalgia sobre esos automotores AES que cubrían en un principio el trayecto entre Puerto y Mapocho, y que trasladaron pasajeros en la zona hasta el 2005.
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Claudio Morales Salinas - La Estrella Quillota - Petorca

Desde que era un niño en su natal localidad de Til Til, que Randolf Acuña Camus quedó maravillado con el paso de los trenes por la estación del lugar, esos que veía pasar raudos rumbo a Santiago o hacia las ciudades de la Región de Valparaíso, en viajes que eran toda una promesa de conocer los valles y los pueblos del interior, hasta llegar a las playas de Viña del Mar.

La compañía de su abuelo fue fundamental para este joven que se enamoró de los trenes y que después pudo viajar en ellos, aunque Randolf no se quedó en el simple rol de pasajero, sino que con el tiempo, coleccionó piezas a escala que ha exhibido en exposiciones en La Cruz, Quillota, Limache y Valparaíso. Sin embargo, toda esa fascinación que Acuña siente por este medio de transporte tendrá un punto cúlmine esta tarde, cuando en el Centro Cultural de su pueblo presente en sociedad el libro "Historia de unos Aes", título que hace referencia a esos coloridos automotores que por años atravesaron desde la estación Puerto hasta Mapocho en la capital, recogiendo pasajeros en El Belloto, Peñablanca, la estación Corvi en Quillota o en Llay Llay, aunque al final el trayecto se redujo hasta Limache.

"El 2010 empecé a trabajar en este libro, lo terminé el 2015, pero el 2019 le incorporé otro capítulo porque me salió un viaje al sur, en un Aes 11 que hizo un recorrido turístico. Es una historia bonita la que cuento en el libro, la catalogo como un cuento ferroviario real, porque hago yo la presentación, pero es uno de los Aes 20 el que va relatando la historia de todo lo que sucedió, desde cuando llegaron hasta el 2005. La narración es del tren, según lo que yo viví y recuerdo de los viajes que hice en ellos", explica Randolf Acuña.

El autor detalla que la redacción le tomó dos años, para lo cual contó con la ayuda de una amiga mapuche. "Ella falleció hace poco de leucemia, pero había quedado listo el libro, y ahora lo pudimos lanzar con el apoyo del Centro Cultural y el patrocinio del Ministerio de Cultura", explica.

Recuerdos en rieles

Cuando tenía siete años Randolf descubrió los trenes que veía pasar por Til Til, sobre todo aquellos que se movían sin locomotora, que lo impresionaron más aún. "Me tocó viajar con mi abuelo a Santiago y hacia Llay Llay, o ir a San Felipe (por el ramal a Los Andes), a La Calera, o a La Cruz donde tengo familiares, Quillota, Viña del Mar y Quilpué, donde también tengo familiares. Los automotores me llamaron la atención, ya que antes veía esas máquinas grandes, como las 'serpientes de oro', y cuando vi pasar estos automotores fue como amor a primera vista. Después tuve la posibilidad de viajar en la cabina junto a los maquinistas, y ahí aluciné más. También conocí las historias malas, como los atentados que hacían en las vías en esos tiempos, yo era chico y no entendía por qué hacían ese daño con barricadas o bombas; muchos Aes fueron quemados, en Limache lo que pasó en el puente Queronque que provocó ese terrible accidente".

Acuña recuerda que fue en 2005 que se realizó el último servicio de los automotores Aes en la región, "para luego ser trasladados al servicio que tenía EFE Sur de Talcahuano a Laja, cuando fueron repintados y estuvieron operativos hasta que la fatiga de material ya nos les permitió seguir transitando. Muchos terminaron como chatarra y otros los transformaron en bolas de acero. Queda un sobreviviente, un Aes 11, que hace recorridos patrimoniales, y hará otro servicio, el 28 de mayo a Valparaíso".

El encanto de quillota

Pero mientras duró el recorrido de estos automotores Aes, que primero tuvieron el logo FCN (Ferrocarriles del Norte) y después llevaron la marca de Merval, Randolf evoca en su libro lo fascinante que era para él viajar en ellos. "En la estación de Llay LLay estaban las palomitas con sus canastitas con dulces, con sus bandejas de los clásicos sándwiches ave-palta, o en el automotor mismo el bufetero que ofrecía con su habitual grito, malta-bilz y pílsen, o los néctar que uno tomaba siendo chico. Fue una época muy bonita, en Quillota muchas veces nos bajábamos con mi abuelo, y esperábamos la micro para ir a Pocochay", rememora el autor del libro.

Y con nostalgia Randolf Acuña lamenta que "ya no queda estación ahí, fue una maldad muy grande que la hayan demolido. Recuerdo que salíamos del andén, entrábamos a la estación donde estaban las boleterías, había un buffet donde más de una vez nos tomamos una bebida, y mirando un gran mural que había pintado, con un automotor, y otro con una locomotora a carbón. Era muy linda la estación de Quillota. O seguir el viaje y pasar por la Corvi y San Pedro".