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Emotivo adiós de TENS que dedicó 43 años de su vida a los enfermos

La técnico en enfermería María Elena Beltrán entró en 1981 a trabajar en el hospital Fricke. De su experiencia recuerda la tragedia de Queronque, el primer caso de sida en la región y los difíciles días de la pandemia de covid.
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Mauricio Toledo - La Estrella de Valparaíso

Hoy, en el mundo laboral, son comunes las conversaciones entre colegas sobre aperturas, movilidades o aspiraciones profesionales fuera de sus instituciones, y en las que un vasto currículum es la meta y llave para encontrar ese tan deseado puesto de trabajo.

En este moderno paradigma de empleo, trabajar durante toda una vida en el mismo lugar es, a pesar que jóvenes lo consideren anticuado, una hazaña que pocas personas logran mediante actos de dedicación, compromiso, lealtad y vocación por el servicio público.

Una de esas personas es María Elena Beltrán, quien excepcionalmente ha dedicado buena parte de su vida al hospital Dr. Gustavo Fricke de Viña del Mar, entregando lo mejor de sí misma durante 43 años de servicio como técnico en enfermería y odontología.

La historia entre María Elena y el servicio de salud comienza en su infancia, por un llamado interno de querer servir a la salud.

"Siempre de chica me gustó atender enfermitos, como decía, y en ese tiempo, cuando di la Prueba de Aptitud Académica, no quedé en la universidad para estudiar enfermería. Al final perdí un año y mi hermano, que era más chico, me inscribió en el instituto Zipter. Era medio floja en el colegio, pero en el instituto sí que me fue súper bien", recuerda.

El vínculo de María Elena con el Fricke comienza incluso antes de comenzar su arduo camino laboral, pues su más significativo proceso de aprendizaje, la práctica profesional, fue también realizada en las dependencias de Álvarez 1532.

"En el 80 hice mi práctica en urgencias del Fricke y cuando empecé a trabajar me gustó mucho más. En ese tiempo estaba la Cruz Roja y tomé buen rumbo mientras nos enseñaban. Terminada, el 3 de marzo del 81 me contrataron y nunca más salí de ahí. Me gustó siempre lo que se hacía en urgencias porque todos los días veíamos casos distintos, no era nada rutinario, y hasta ahora, con tantos años, nunca dejé de aprender cosas nuevas", compartió.

Experiencias

El 17 de febrero de 1986 María Elena vivió en carne propia la solvencia hospitalaria de la mayor tragedia ferroviaria que haya ocurrido en el país: el choque frontal de trenes en Queronque, entre Limache y Villa Alemana.

Por un llamado de auxilio, la joven auxiliar Beltrán acudió al hospital a cumplir con su servicio asistencial.

"Yo estaba en casa y mi papá me dice: hija, levántate, están llamando a todos los funcionarios de salud porque chocaron unos trenes. Yo no le creía, pero cuando me llevó a la posta estaba el despelote. Fue terrible y chocante. Parecía carnicería. Los particulares traían heridos, extremidades mutiladas y en bolsas de nylon había que distinguir entre masculinas y femeninas. La gente llegaba amputada, gritando, y ya después de atendida la tragedia estuve como un mes sintiendo esos gritos. Viví terremotos, inundaciones, la caída de la pasarela en Portales, pero Queronque fue lo más terrible que vi en el Fricke, aún siendo joven", recuerda.

Pandemia

En retrospectiva de sus 43 años en ejercicio, María Elena evoca cuán impactante ha sido enfrentar eventos pandémicos en distintas épocas, siempre con la disposición de servir a la comunidad de la mejor manera, pero enmarcado del terror a lo desconocido.

"Nosotros recibimos el primer caso de sida de un tipo que venía de Suecia y por desconocimiento andábamos disfrazados completos. Todo era nuevo para nosotros. En ese tiempo no se sabía que era solamente por la sangre o contacto sexual (...) Con el covid fue distinto. Era todo incierto", nos cuenta.

"La pandemia fue terrible. Si la comparas con accidentes o terremotos, en esas situaciones se atendían y pasaban. El covid fue distinto. Llorábamos viendo cómo la gente joven, que entraba caminando, moría sola sin que nadie pudiese acercarse, no terminaba nunca y no sabíamos si terminaríamos contagiados. Era frustrante porque los pacientes estaban solos y los familiares no podían despedirse. Mucho se dijo que desde la salud no teníamos corazón, pero nosotros llorábamos sin saber si íbamos a salir vivos o no de allí", añadió.

Misma frustración es la que muchas veces invade a los trabajadores de la salud al tener que restarse de festividades y en donde el apoyo familiar resulta ser fundamental. "Mis hijas se sienten orgullosas de todo lo que viví y se han dado cuenta de cómo pasa el tiempo. Eso es lo que más a uno le duele, que en el hospital se pierde de los hijos: navidad, año nuevo, cumpleaños. Tengo dos hijas y uno de seis meses fallecido, y cuando lo perdí estaba trabajando. Él estaba resfriadito mientras me lo cuidaba una niña y fue terrible porque me dicen que vaya a la posta infantil ya había llegado fallecido. Por ir al trabajo perdí un hijo porque debería haberme quedado en la casa cuidándolo. Ese ha sido mi dolor más grande", nos compartió.

Todas estas experiencias han hecho de María Elena Beltrán una profesional admirable e influyente para sus pares, quienes en un gesto de compañerismo sin igual, realizaron una ceremonia de despedida en su última salida de turno.

"Ahora que me fui, nunca pensé que tanta me iba a despedir. Me impactó salir y ver como me aplaudían llegando al control reloj. Eso yo lo veía cuando moría un funcionario y todos le decíamos adiós, y llegando ahí riéndome decía ¿estaré muerta?. Me emocioné porque nunca antes había visto tanta gente despidiendo a una persona. El Fricke para mí fue como una familia, mi casa, y con mis hijas allí, que uno hace todo por ellos, fue muy emocionante", expresó.