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El día en que la colectividad española recibió al "Winnipeg"

"Este fascinante puerto nos recibe con un espectáculo de sueño (...) Ante nuestros ojos, una diadema cuajada de luminosas gemas nos envuelve y nos fascina", describiría uno de los pasajeros del barco que, el 3 de septiembre de 1939, arribó a Valparaíso con más de 2.000 refugiados republicanos que iniciaban así su exilio.
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Baldomero Estrada - académico y Doctor en Historia

Desde una perspectiva local, la noticia de la llegada de cerca de 2.200 españoles republicanos que venían en calidad de exiliados era, sin duda, un hecho que impactaba la vida cotidiana de los habitantes. Dentro de ese grupo de "porteños" queremos enfocarnos especialmente en la colectividad española residente en la ciudad que, para esos años, se había consolidado como el grupo de europeos con mayor presencia, destacándose como propietarios de agencias de crédito prendario o como dueños de distintos establecimientos comerciales.

Entre las fuentes más apropiadas para tal objetivo está la prensa de la época como también los testimonios de los propios miembros de la colectividad española. En este caso queremos resaltar el valor que, al respecto, poseen los trabajos de Juan Uribe Echavarría ("Sabadomingo") y Alfredo González ("De carne y sueño") que son, al mismo tiempo, destacadas obras que nos permiten conocer aspectos importantes de la ciudad para la primera mitad del siglo XX.

La llegada se produjo de noche y así la describe Ángel Jiménez, uno de los pasajeros: "Este fascinante puerto nos recibe con un espectáculo de sueño. A bordo la felicidad y la alegría son indescriptibles. Vorazmente tratamos de llenar nuestros sentidos con un panorama cuya belleza nos envuelve en un torbellino de sensaciones jamás experimentadas. Ante nuestros ojos, una diadema cuajada de luminosas gemas nos envuelve y nos fascina. No hay palabras para describir lo hermoso del espectáculo: luces, luces, luces en tierra, en el agua… Nadie duerme esa noche".

La recepción formal contempló, en el mismo lugar del desembarco, discursos de bienvenida, la entonación de los himnos de Francia y Chile y luego la vacunación de los pasajeros, lo que comprometió toda la mañana.

Poco más de 500 refugiados se quedaron en Valparaíso y el resto fue conducido en tren hacia Santiago.

Recepción

En la tarde se pudo ver la distribución de quienes quedaron en la ciudad en los diferentes bares y restaurantes de españoles. Uno de ellos era La Academia de Billares, ubicada en la avenida Pedro Montt y que pertenecía a Victoriano Legarza, de origen vasco y quien había organizado especialmente una recepción para los refugiados vascos y en donde los líderes de la comunidad vasca porteña les dieron la bienvenida, ofreciéndoles todo el apoyo para que pronto pudieran encontrar trabajo.

Después vinieron entonaciones de canciones masivas para luego escuchar al coro de vascos organizado en el barco, compuesto por cerca de 20 personas que interpretaron la marcha de los combatientes vascos. Dos de esos miembros del coro pasaron, al poco tiempo, a desempeñarse en la banda municipal. Cabe señalar que los catalanes también organizaron su propio coro a bordo.

Posteriormente, las celebraciones continuaron en el Centro Español y en la noche se repartieron, preferentemente, en los diversos locales de españoles como El Cabildo, de la familia Elortegui, frente a la Plaza Victoria; el restaurant Campito, en calle Independencia, cuyo propietario era un extorero; el bar Chile-España, en la plaza Echaurren, de activa vida nocturna; el bar El Mesón del Quijote, en calle Las Heras, de Benigno Recarey; o el restaurant La Puerta del Sol, en avenida Pedro Montt.

Muchos de los refugiados que en un primer momento se quedaron en Valparaíso, posteriormente se trasladaron a otras ciudades acorde a sus posibilidades laborales.

Entre quienes finalmente se establecieron definitivamente en la ciudad vale la pena recordar a Modesto Parera, destacado escritor, autor de novelas y poesías, propietario de librerías e impulsor de diversas actividades culturales en la ciudad. Se le otorgó el Premio Municipal de Literatura de Valparaíso en 1992.

Su testimonio entregado a La Estrella (2/09/1989) cincuenta años después de su llegada, deja en claro las dificultades que tuvo para adaptarse y luego lograr una completa integración. En 1962 viajó a España con la intención de ver posibilidades de regresar pero concluyó que estaba mejor en Chile, donde tenía amistades, relaciones, negocios y una vida tranquila; en cambio, en España percibió que sus antiguos compañeros "cada uno tenía su mundo". Parera se nacionalizó chileno y falleció en Valparaíso en 2003.