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[Cultura Urbana]

"La constancia va a hacer que la Bienal de Valparaíso se ponga en el mapa"

Los artistas Valeria Merino y Leonardo Casas encabezan la tarea de reorganizar este evento internacional, tres décadas después de su suspensión.
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Marcela Küpfer C.

"Es optimista, por supuesto, pero también realista", dice Valeria Merino Lobos, artista y directora de la Bienal de Arte de Valparaíso, cuando se le pide evaluar el nivel de expectativas con respecto a la nueva versión de este encuentro internacional, que se realizará entre el 19 de abril y el 19 de mayo de 2024.

La tarea que encabeza Merino junto a su codirector, el también artista Leonardo Casas, no es menor. Inaugurada en septiembre de 1973, apenas días antes del golpe militar, la Bienal Internacional de Arte de Valparaíso logró sobrevivir a la dictadura, pero en 1994 se realizó su última versión y hoy se trabaja en organizar un nuevo ciclo, que presenta diversos desafíos.

Uno de ellos es volver a posicionar a Valparaíso en el circuito internacional de bienales de arte, en el que sobresalen, por supuesto, Venecia y Sao Paulo. "La constancia va a generar que esto se ponga en el mapa, es algo que vamos a tratar de ir construyendo", señala Casas.

"Por eso son importantes los invitados internacionales y el ser parte de la asociación internacional de bienales", agrega Merino.

Instalar un modelo de trabajo que nazca desde cero es otra de las preocupaciones de la dirección de la nueva bienal, que ya trabaja con un equipo constituido y dedicado exclusivamente al evento, más el apoyo de personal de Cultura del municipio porteño.

Curadores

Valeria Merino comenta que hoy están dedicados principalmente a las convocatorias y a la selección de los invitados internacionales.

Aunque aún falta oficializarlo, el nombre del curador internacional de la Bienal de Arte de Valparaíso 2024 ya está definido: Hernán Pacurucu, curador, académico y crítico de arte ecuatoriano, curador de la bienal de Cuenca (Ecuador), la Bienal Nómade y otros encuentros.

En paralelo, hay una convocatoria abierta para elegir una curatoría nacional y una local, las cuales deberían definirse a fin de mes. Para diciembre, el equipo curatorial de la bienal ya debe estar definido, con el invitado internacional, los dos curadores elegidos por convocatoria y un cuarto curador que será designado por la organización.

Invitados

Una segunda convocatoria abierta, explica Valeria Merino, es la línea de residencias artísticas, que consisten en estadías de dos meses que tendrán diez artistas en Valparaíso mientras desarrollan una obra. Tres de ellos serán invitados internacionales y siete se elegirán por convocatoria abierta, entre artistas nacionales.

"La idea es desplegarse por todo Valparaíso, que los cerros y comunidades participen. Esas residencias van a estar en distintos puntos de la ciudad, dependiendo de las propuestas que lleguen, pero tienen que generar obra que involucre a la comunidad", apunta Merino.

"Una de las ideas que nos interesa es que la bienal sea el espacio para que el artista pueda desarrollar un modelo de trabajo con la comunidad", agrega Casas. "Es importante que en estos tiempos el arte siga fortaleciendo la comunidad con modelos de coexistencia", agrega.

En paralelo, se trabaja en una tercera convocatoria, que es la de obras y cierra en enero de 2024. Esta es de carácter nacional y abierta: "No tiene límite de formato ni de materialidad. La bienal va a ser en todas las disciplinas, desde obra pequeña de caballete hasta instalación o intervención pública", acota Merino.

Los aristas internacionales que participarán en el certamen serán invitados por la organización, que ya está mirando trabajos que tengan el sello del vínculo con la comunidad que quieren imprimirle al encuentro.

¿Números? Todavía no hay un costo fijo de la bienal, pero Merino afirma que la municipalidad dispone del presupuesto para afrontar este desafío. El ministerio de las Culturas chileno aún no se involucra en el encuentro. Sí lo han hecho galerías, salas, museos y artistas locales, quienes están considerados en diversas actividades vinculadas con la bienal, que tendrá como base de exposiciones el Parque Cultural de Valparaíso, el Museo Baburizza y la Galería Municipal de Arte, la que entrará en reparaciones esta semana.

El policlínico de los libros

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por Joaquín Escobar Cataldo

La casa de caramelo

Desde que el mundo se vio azotado por el COVID no cambiaron tantas cosas como en un comienzo se presagió. Desde diversos lugares se habló de una nueva era, una nueva construcción social, un punto de inflexión que traería diversos ritos, costumbres y formas de vincularnos.

Por lo menos yo, nada de eso percibo en los últimos meses del 2023, más bien veo un mundo que, pese al encierro, sigue girando bajo los códigos de siempre. Dentro de las pocas cosas que sí sufrieron cambios exponenciales estuvieron las temáticas a tratar en la literatura. Los tópicos a describir y narrar. Antes del COVID todo se centraba en el ombliguismo del yo, es decir, la autoficción entendida como lo que Damián Tavarovsky denominó literatura café con leche. No obstante, después de marzo del 2020, las temáticas de los escritores occidentales dieron un viraje hacia la ciencia ficción, la distopía, el terror y los mundos desconocidos. Dejó de estar el ser humano en el centro de todo (o por lo menos no como lo estaba hasta ahora), más bien fue combinado/reemplazado por máquinas, inteligencias artificiales y tecnologías de control y gestión.

El nuevo libro de Jennifer Egan, La casa de caramelo, entra en esta híbrida composición sin encasillarse con ningún género, porque es todos y ninguno a la vez, funcionando como un plan -ni tan secreto ni tan lejano- de lo que podría ser el mundo en el futuro.

Egan se hizo conocida por su novela "El tiempo es un canalla". En ella, contaba la historia de Bennie Salazar, un viejo rockero que, entre calles de Nueva York, excesos de droga y reflexiones melancólicas, buscaba recuperar el tiempo perdido..

La autora vuelve a la carga literaria con "La casa de caramelo", una novela extensa, recientemente publicada por Salamandra, en donde lo digital funciona como estructura y bandera. El texto es un repaso por la sociedad gringa desde la década del cincuenta hasta el 2035. Con sus odios, luces, decisiones y malformaciones.

Seleccionada entre los diez mejores libros del año por The New York Times, la novela narra la historia de Bix Bouton, un exitoso creador de una red social llamada Mandala, que necesita volver a reinventarse en el vertiginoso mundo de las tecnologías. En una fiesta de disfraces, descubre la posibilidad de externalizar la memoria y poder comercializar con ella, es decir, la elaboración de un dispositivo que recopila todos los recuerdos de un ser humano y que al compartirlos permite acceder al de sus pares y hermanos.

¿Cómo poder ver los recuerdos de un otro en la soledad de la multitud? ¿De qué forma los recuerdos hablan sobre lo que es/fue una persona? ¿Podremos en el futuro hacer trailers de lo que fue un momento de nuestra existencia? ¿es algo justo, ético, comercializable? ¿Cuánto es de nosotros, cuánto es ficción, cuánto es conveniente reproducir?

Una novela inteligente, necesaria, impactante y muy graciosa. Para reír y pensar, sobre un mundo que viene llegando.