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Hoja de ruta

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Ainhoa Vásquez es Doctora en Literatura por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Durante diez años fue profesora e investigadora de la UNAM y miembro del Sistema Nacional de Investigadores Mexicanos. Ha publicado más de 40 artículos en revistas académicas y capítulos de libros en torno a la narcocultura y la violencia de género, con enfoque en estudios culturales. Acostumbrada a escribir en papers académicos, la libertad de su editora, Ana Rodríguez (de Planeta) dice la ayudó con una escritura diferente, cercana al ensayo en este libro. "Encontré rápido el tono en el que quería narrarlo", dice.

"Narcocultura de países vecinos acá cambió las reglas del juego"

La investigadora Ainhoa Vásquez, especialista en el tema, explica cómo en Chile han cambiado los ritos de los grupos criminales, aborda el tema de los narcomausoleos y apunta a la masculinidad precaria en el fenómeno.
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Guillermo Ávila Nieves - La Estrella de Valparaíso

Desde pequeña, su gusto por la literatura y las películas le despertó ese lado curioso al hoy en tinta impresa. "Una vez mi mamá llegó del trabajo con una escoba. Le pregunté sorprendida si se había venido volando..." recuerda Ainhoa Vásquez Mejías, autora del libro "Narcocultura. Masculinidad precaria, violencia y espectáculo", Paidós, 2024.

Vásquez, académica chilena, doctora en Literatura y actualmente investigadora en la Universidad Nacional de México (UNAM), se ha especializado en este tema. De entrada, aclara que la narcocultura es la cultura de los narcos. "Su forma de vida, de relacionarse entre ellos, sus creencias, ideologías, códigos, su religión, prácticas, sus ritos", dice.

Tras más de diez años de navegar en lecturas sobre cárteles latinoamericanos, supo de primera mano conocer en terreno a jóvenes de grupos criminales en países como México, Colombia y Chile, principalmente. "Me permitió probar ideas que yo tenía en la teoría y ampliar el horizonte hacia otros temas", señala Vásquez, quien estuvo en Viña del Mar hablando sobre su nuevo libro en el espacio de diálogo del ciclo 'Pluma y Jazz', en restorán Merci.

Abordar la investigación y su proceso hasta plasmarlo en esta obra lo califica de "un desafío". A su juicio, en Chile la narcocultura es una variación de la cultura criminal tradicional que se ha mezclado con los códigos y ritos de la narcocultura latinoamericana.

"Son tradiciones del hampa: los narcofunerales en que tenemos un rito común dentro del mundo criminal que se usaba para despedir a ladrones (con música, balas y la parada en la cárcel para que familia y amigos despidieran a quien había muerto), hoy se ha transculturado con otras prácticas colombianas y mexicanas, como consumir drogas en el ataúd o hacer fiestas en el cementerio", explica.

Narcomausoleos

Si la medimos con otros países del continente, Ainhoa dice que los narcomausoleos chilenos que localizan en plena plaza pública "son similares a las tumbas fastuosas de los narcos mexicanos, pero esos están en espacios privados. Acá se hizo una mezcla con las animitas y tumbas fastuosas, por eso se ubican en las plazas".

Otra de las diferencias, acota, es en relación a la violencia. "La narcocultura de países como México, Colombia, Venezuela es tremendamente sangrienta, incluye ritos de iniciación caníbales, desmembramiento, etcétera. Mucho de ellos vinculados a sus creencias religiosas".

Y agrega: "En Chile no tenemos tradición de este tipo de eventos ni de ritos iniciáticos ni religiosos. Nuestra narcocultura se ha asociado más a lo que fue la mafia italiana, a través de clanes familiares".

De allí que en Chile se acostumbraba a un narco de bajo perfil, muy paternalista al estilo de la mafia italiana, confiere la escritora. "Hoy, los traficantes más jóvenes, por la mezcla con narcoculturas de países vecinos, han cambiado las reglas del juego", explica.

Recalca que ese paternalismo ya no existe, "no tienen interés de contribuir con la comunidad de ninguna manera". Al contrario, dice que han entablado una guerra frontal con los vecinos. "En lugar de comprar lealtades con dinero buscan amedrentar, la gente les teme. Y en vez de tratar de mantener un bajo perfil (como lo hacía, por ejemplo, el Cabro Carrera) lo que hacen es exhibirse, buscando ese temor en la población".

Sobre este cambio apunta a la masculinidad precaria: "Muchos de estos jóvenes crecieron en un mundo muy diferente al de sus padres, con la cuarta ola del movimiento feminista. Los hombres han cambiado sus roles y con ello han perdido una parte de su identidad".

Y añade: "Encuentran en la pandilla masculina, en el mundo del crimen, un espacio en el que pueden sentirse muy machos, usar armas, comprar mujeres, tener dinero para obtener bienes materiales, enfrentarse a los enemigos. En el fondo, hay gran vacío en la identidad masculina".

Masculinidad precaria

Ainhoa Vásquez adora a sus gatos. Su escritora favorita es la mexicana Liliana Blum. Cuenta que allí vivió muchos años mientras trabajaba en temas de femicidio. "Hablando con hombres que habían asesinado a mujeres, descubrí que en la mayoría de casos estaban muy vinculados al narco y tenían este factor común de la masculinidad precaria; sentirse que no eran lo suficientemente hombres, el asesinar y pertenecer a una cofradía los hacía sentirse mejor con su virilidad. Ahí fui uniendo los puntos", relata.

Acentúa que la narcocultura es difícil de parar, "en la medida en que no tengamos herramientas concretas para combatir el narcotráfico". En Chile cree que se está a tiempo, pero con medidas a mediano y largo plazo, como "combatir los capitales de la droga, dar un vuelco hacia políticas de salud pública y preocuparse de las adicciones", entre otras.

Apela a fortalecer las identidades en la niñez y la juventud: hacer talleres de género y masculinidades, buscar forma de no segregación y estigmatización de los territorios, incluso usar las narcoficciones para hablar sobre estos temas y sensibilizar a la población al respecto.

Lo que viene para Ainhoa Vásquez Mejías: le interesa reconstruir la historia de Amanda Huasaf, la primera mujer narco líder de un cártel en Chile. "Ella operaba en Valparaíso en los años sesenta".

Además apuesta a recuperar estrategias exitosas contra el narcotráfico en Latinoamérica para ser puestas en práctica. "Estoy escribiendo del cómo ha cambiado Santiago (arquitectónico, visual, sonoro e identidades juveniles) producto de la narcocultura". Sobre Viña del Mar y Valparaíso, alerta: "Espacios sensibles en temas de criminalidad: son ciudades grandes y de puerto".

"Narcofunerales hoy se ha transculturado con otras prácticas colombianas y mexicanas, como consumir drogas en el ataúd o hacer fiestas en el cementerio".

"Encuentran en la pandilla masculina, en el mundo del crimen, un espacio en el que pueden sentirse muy machos, usar armas, comprar mujeres, tener dinero...".