Matías Valenzuela
La sala estaba llena de pequeños porteños que escuchaban atentamente a los oradores. En la mesa, Leo Méndez se mostraba tranquilo y sus tatuajes escapaban por el cuello de su camisa, a su derecha con aire más relajado y universitario, un distendido Jorge Sharp le sonreía a los niños. Más tarde, con un retraso de diez minutos llegó Jorge Castro con aspecto serio.
La jornada fue inaugurada por Isidora Espinoza y Felipe Mondaca, ambos estudiantes del colegio República Argentina. Los dos niños de 11 años se ofrecieron como voluntarios para moderar el debate y cuentan que revisaron el anterior que hizo CNN para guiarse en lo que no había que hacer. Ensayaron por varias semanas, pero nunca pensaron que cuando llegarían, se enfrentarían a tanta gente y cámaras de televisión. "Un día me dicen que hay un taller de periodismo y me atrajo eso, así que me inscribí pero nunca sabía a lo que iba a llegar", comenta Felipe y su co-conductora lo complementa: "Fue una manera de mostrar que los niños también son ciudadanos, y también tienen derecho a opinar".
Ella, muy compuesta y matea, daba la bienvenida al público. Él, un poco más tímido, anunciaba a los candidatos a modo de disertación para comenzar con la ronda de preguntas.
Al hueso
Dicen que los niños siempre dicen la verdad, y apoyándonos en esa premisa, era natural esperar un debate directo con preguntas transparentes y hechas desde la curiosidad e inocencia propia de los niños.
Sofía abrió los fuegos consultando a Sharp por la polémica de los Mil Tambores, motivando varios aplausos; a Leo Méndez le consultaron por sus propuestas del Wi-Fi gratuito y las escaleras mecánicas. Castro tuvo que dar respuestas por el patrimonio y el sistema de aseo de la ciudad.
El ambiente era relajado con una espontánea complicidad entre Sharp y Méndez, quienes fueron los favoritos de los niños, sobre todo Méndez, que se echó al público al bolsillo. Por su parte, Castro demoró en aterrizar sus respuestas a los niños.
Las preguntas eran claramente pensadas por los mismos niños, y aunque algunas no eran del todo claras y usaban palabras poco comunes para estas instancias, evidenciaban la preocupación de los niños por lo que va a pasar con su ciudad.
"Si ha sido alcalde tanto tiempo, ¿Por qué no ha cumplido sus promesas", lanzó uno de los niños causando un silencio seco en la sala. Una pequeña se esforzó por preguntar con un ritmo infantil y casi musical por "¿Cómo van a arreglar el tema de los peces chiquititos", refiriéndose a la regulación de la Ley de Pesca.
Otros niños más profundos preguntaron si los candidatos creían en Dios y uno sacó risas cuando dijo que quería que "los ricos fueran pobres" como una posible solución a la desigualdad económica de la comuna.
Al final de la jornada, se hizo a los tres candidatos las preguntas más honesta y pura que ni el periodista más avezado se atrevería a realizar: "¿Porqué quiere ser alcalde de Valparaíso?", y cada uno de los candidatos respondió a su modo.