La desconocida escuela rural que está a 20 minutos del plan
En una casa patronal de 1900, que resistió el terremoto de 1906 y todos los sismos que han venido después, funciona la Teniente Julio Allende, donde 52 alumnos y jugados profesores, sacan adelante un proyecto patrimonial y sustentable.
Apocos metros de la siempre intensa Ruta 68, muy cerca del polo tecnológico de Curauma y en un camino de tierra que se adentra en Peñuelas, se encuentra la Escuela Teniente Julio Allende. Tan escondida está, que muy pocos saben de su existencia y que pertenece a la Corporación Municipal de Valparaíso. Más aún, que funciona en una casona patronal de 1900, que fue confeccionada en doble adobe y que ha resistido grandes terremotos, desde 1906 a la fecha. Una verdadera joyita, que hasta ahora no tiene ningún tipo de protección patrimonial.
Con sólo 52 alumnos, es una escuela rural, a pesar de que por los cambios al plano regulador perdió oficialmente ese título, que tanto defienden hoy sus directivos y profesores. Sin embargo, mantiene el sistema de dos cursos en sala: están el primero-segundo; el tercero-cuarto y quinto-sexto, el último nivel que tienen. No cuentan con kinder.
Siempre escuela
Andrés Miranda asumió este año como director del establecimiento. Proveniente de una escuela rural de Quilpué, tiene la experiencia de haber echado a andar el museo Los Perales. Ahora su desafío es mejorar los índices de calidad educativa, pero no de manera tradicional, sino que a través de un proyecto que combina la sustentabilidad, la identidad con el territorio, el rescate de la historia local y el patrimonio.
"Esta casona fue construida el 1900 especialmente para la escuela, antes estaba frente al retén de Carabineros y desde esa fecha que ha funcionado. Es una construcción tipo colonial", comentó Andrés Miranda.
Con el sismo de 6,9 que afectó hace unas semanas a Valparaíso aparecieron grietas que obligaron a cerrar una de las salas, la "Bernardo O'Higgins", como fue bautizada hace varias décadas. La segunda aula de la construcción tiene el nombre de otro prócer de la patria, "Arturo Prat", y hoy alberga al primero-segundo básico.
David Aguilar, de sexto básico, hace unas semanas sirvió de guía en un recorrido patrimonial que se hizo por el sector y que incluyó visitas al Museo de Placilla y a otra joya patrimonial, la iglesia Nuestra Señora del Rosario, construida en el 1700. Y relata con seguridad la historia de la Teniente Julio Allende.
"Los primeros antecedentes históricos dicen que la escuela es del siglo pasado y su funcionamiento era de casa patronal y también sirvió de registro civil, que es donde actualmente está el control de Carabineros. El primer nombre que llevó el establecimiento era Escuela Mixta N° 27 República de Chile y posteriormente se le denominó G-304 y actualmente lleva el nombre de un teniente de Carabineros muerto en servicio en 1973".
En el corazón
La vida de Lorena Masferrer Jeria está ligada a la escuela Teniente Julio Allende desde siempre. Nacida y criada en Peñuelas, sus abuelos fueron alumnos; su mamá ofició de directora por 23 años y ella también estudió ahí. Y cuando se recibió de profesora general básica no descansó hasta que logró un cupo. Hoy tiene a cargo el primero-segundo y dice estar orgullosa de lo que hacen como equipo.
"Esta escuela tiene mucho valor. Las dos salas de adelante son de doble adobe, es de los primeros adobes que se hicieron, es un súper buen material, es resistente a los terremotos y son bien amplias las salas", dice sobre la centenaria construcción, a la que con los años se le han ido sumando otras salas y espacios, todos conseguidos por los mismos funcionarios del plantel a través de donaciones de empresas del sector e instituciones públicas. "Esval nos da el agua en forma gratuita; el colegio Alborada de Curauma nos ayudó a construir la biblioteca que inauguramos el año pasado y hay otra sala que nos donaron las damas rotarias", comentó Lorena Masferrer.
Esta profesora conoce mucho de la historia de la escuela y cuenta que en sus inicios los alumnos "tenían otra dinámica escolar, todo era más precario, habían dos salas solamente y las comidas se las servían ahí mismo. Se preparaban leche con ulpo y hacían turnos para prepararlas".
En cuanto al desafío que genera enseñar en una escuela con estas características, Lorena Masferrer advirtió que "acá no se hace selección y los niños que llegan han cambiado mucho. Antes venían de muy al interior, de Quepilcho, Las Tablas, Melosilla y después empezaron a llegar de Placilla y Curama, que tienen otras características".
A pesar de los cambios, ella mantiene el sistema de lectoescritura iniciado por su mamá y que se basa en utilizar palabras del sector como Peñuelas, Peumo, chincol. "La apropiación cultural respecto a su medio era potente. Yo he tratado de seguir en parte ese sistema, porque ahora las exigencias curriculares son otras, pero una vez a la semana les hago dictados a los niños donde se incorporan palabras del medio".
Sustentable
Andrés Miranda está convencido de que complementando la enseñanza tradicional con distintos talleres es posible mejorar los resultados académicos. Cuando llegó al establecimiento se encontró con un Simce descendido y con problemas de convivencia escolar. "Rediseñamos el proyecto y por eso incorporamos estos dos talleres que son de Patrimonio y Desarrollo sustentable", comentó y aseguró que mientras fue director en Quilpué logró mejorar el Simce en su plantel gracias a la incorporación de los alumnos en la construcción del museo Los Perales.
Al respecto, el profesor Carlos Miranda, comentó que "los alumnos deben sentirse parte de la comunidad educativa, a la comunidad local, al sector de Peñuelas. Cuando nosotros logremos que tengan ese sentido de pertenencia, el estudiante va a valorar lo que él ya sabe".
Como se inserta en una reserva de la biósfera, en medio de bosques y muy cerca de la reserva forestal Lago Peñuelas, fue natural que el cuidado del medio ambiente fuera uno de los motores en la escuela y que uno de sus aliados estratégicos sea Conaf.
La profesora Olaya Cisterna tiene a su cargo el tercero-cuarto y además es la coordinadora de Medio Ambiente. Uno de sus proyectos es la instalación de un vivero que comenzaron a montar el año pasado y en el que por ahora tienen plantas medicinales y árboles nativos. Reconoce que no ha sido una tarea fácil porque las familias no siempre se involucran. "Con mi familia vine a trabajar acá y pusimos los primeros palos", comentó. Luego un apoderado muy entusiasta armó el espacio donde ya están trabajando los alumnos.
A partir de este vivero la idea es abrir la escuela a toda la comunidad, hacer ferias, donde los papás puedan ofrecer sus productos y los mismos niños vendan las plantas que cultivan.
"También queremos hacer clases acá adentro, esa es la idea, no sólo venir y hacer Ciencias Naturales, también matemáticas y lenguaje", destacó.
Son varios los alumnos que se han entusiasmado con este proyecto mediambiental. El más comprometido es Víctor Montecinos de cuarto básico. "Me gusta esta escuela porque está cerca de la naturaleza, del bosque y cuidamos el medio ambiente. Tenemos unos tarros para reciclar, no botamos todo a la basura", comenta.
Y su hermana más pequeña, María José de 7, también participa en la brigada. "Mi hermano y yo trajimos una planta y la dejamos en el vivero", comentó.
"la siento mía"
Juana Gallardo, auxiliar del establecimiento, también es ex alumna y lleva ocho años trabajando ahí. "Cuando yo estuve aquí llegaba sólo hasta cuarto año, eran muchos niños, más que ahora. Yo quiero a la escuela, la siento mía", advierte.
Por eso ella está convencida de que debe ser declarada Patrimonio Histórico. "Al igual que nuestra iglesia, porque acá hay mucha historia".