Delincuentes dejan a escuela especial sin hacer repostería
En una semana entraron dos veces y les robaron todos los insumos para trabajar.
Sin poder hacer chocolates artesanales, alfajores ni ninguna de sus exquisiteces quedaron los jóvenes del Centro Laboral Amigos de Cristo que vieron como todos los insumos fueron sustraídos por desconocidos que ingresaron a la escuelita, ubicada en calle Alvares con la subida Claude, en Viña del Mar.
Fueron dos días en una misma semana ingresando para que robaran todo lo que ellos tienen almacenado para sus talleres que son 10 kilos de chocolates, mil galletas, manjar industrial, además de una serie de destrozos en el lugar.
Oriana Arredondo, es directora del centro y madre de uno de los integrantes del grupo de jóvenes con discapacidad intelectual quien señaló que la primera vez que ingresaron fue el día martes 19, en tanto que el viernes pasado fue la segunda vez.
"No tenemos idea por donde entraron porque estamos ubicados en un lugar que nosotros creíamos que era difícil acceder, pero entraron, rompieron los containers y sacaron todo", relató.
¿cómo les explicamos?
Lía Núñez es la educadora que trabaja codo a codo con los jóvenes y quien tienen la difícil labor de explicarles que están de brazos cruzados. "Cuando vimos que no había nada tuve que contarles, explicarles que no podían trabajar porque nos habían robado todo y es difícil porque para ellos trabajar es su motor, es su incentivo diario, vienen porque es lo que les gusta hacer y aunque lo entienden en un principio, a los cinco minutos se frustran porque no tienen nada que hacer y hay que volver a explicarles que nos robaron", relató.
Sólo les quedó un poquito de harina, leche y huevos con que hicieron quequitos la jornada de ayer, pero para hoy, ya no tienen insumos.
El Centro Laboral Amigos de Cristo es un recinto particular que recibe a 15 jóvenes de entre 28 y 46 años, que funciona mediante un sistema de socios.
"La verdad es que los socios somos nosotros, los papás, los hermanos, la familia directa de los niños. No tenemos socios que económicamente nos ayuden con el financiamiento y cada vez recibimos menos subvenciones. El año pasado y éste, no nos ha ayudado nadie", relató Oriana Arredondo que lleva 21 años a la cabeza de este proyecto.
Entre todos los papás reúnen recursos para pagar arriendo, la manipuladora de alimentos, a la profesora de los talleres, comprar los insumos y los almuerzos. Lo que venden de los talleres lo juntan y a fin de año, les dan un sueldo a los jóvenes que trabajaron.
"Eso es lo máximo para ellos y son muy felices. Para nosotros es difícil el tema de la inclusión porque salimos a vender, nos miran raro y la gente se corre, entonces que más encima nos roben, es terrible", dijo la profesora Lía Núñez.