Guillermo Ávila N.
Aquí no habrá máscaras. Tampoco póker descubierto o elementos que llamen a confusiones, aunque sí ojos bien abiertos.
De cerca, van de los 18 a 45 años de edad. Rostros duros; otros amenos. Desconfiados. Amigables. De barbas hipster, bigotes y también afeitado pulcro. Tipos con fe, escépticos y ateos. Fisiculturista, sacerdote, ingeniero, actor, circense, sociólogo, universitarios, brujo, periodista… "¿A alguien le interesa hacer un grupo de fútbol?", se escucha a la despedida.
Tres horas antes. Arriba, la luna nueva se asoma al preámbulo especial: esta noche, mientras la Tierra cruza el rastro de partículas que dejan los cometas, una lluvia de estrellas de las Oriónidas -que proceden del Halley, aquel cometa que orbita al Sol cada 76 años-, están en su máximo visible.
Abajo, no hay timbre. Sólo una enorme puerta antigua cerrada en Espacio Kun, en calle Serrano de Valparaíso, que supone la entrada a un segundo piso; uno que alberga -se aprecia iluminado- lo que venimos a conocer. A ser parte de una actividad inédita en la zona… y tal vez en Chile, por tres horas. Fluye energía. Oriónidas.
Su título, llamativo: 'Círculo de Hombres: Vivamos el amor propio'.
Tras una espera, irrumpe César Latorre. Él es uno de los dos encargados de impartir este evento que, de entrada, asegura, está diseñado con mucho cariño. A no confundir, aclara: llevarse aprendizajes y experiencias que puedan ayudar a aceptar y amar lo que uno es, va como meta.
Todo, en un contexto, recalca, "de amor propio". César, de 40 años de edad, reitera lo que 24 horas atrás, me dijo tras rastrear la actividad anunciada piola vía electrónica y con un cupo limitado de 20 personas: "Los varones viven en una sociedad que exige que seamos fuertes, sensatos, protectores y proveedores". Su argumento florece: la forma como nos educaron nos limita las posibilidades de sentirnos tristes o necesitados de amor, condicionándonos a ser productos y competitivos.
¿Masculinidad en ascuas? "Todo esto nos desconecta de nosotros mismos y nuestra capacidad de amarnos y cuidarnos", certifica César, quien reconoce el detonante a la causa: una dolorosa y reciente separación con su mujer. La familia que había proyectado junto a dos hijas.
Reinventarse al amor
Con la ruptura, este ingeniero y emprendedor de la Universidad Técnica Federico Santa María, dio paso del pensamiento estructurado al espiritual, aunque "me falta". En esta nebulosa existencial, supo ver una tenue luz: la actividad que él pretendía encontrar. Pero no. "Participé de un círculo que se hizo en Limache. Tenía otro foco, más en la onda chamán".
El desencanto inicial dio paso a eso que llaman, 'señales del destino'. Allí, en Limache, en ese grupo "más cerrado y hippie" al que llegaría por Facebook, conocería a su actual amigo y mentor en el ahora 'Círculo de Hombres'. "La primera conexión por redes eran mujeres: tuvimos que explicarles que esto era sólo para hombres".
De Colombia, David Gómez, 30 años, con 24 meses en el país, sociólogo y abocado a una investigación acerca del bienestar masculino (afectivo y sexual) en la Universidad Santa María, le daría esas luces a César para que, juntos, potenciaran la idea de que "tenemos una dicotomía entre amor, sexo, o nos vamos al extremo de objetivar a la mujer de solo sexo, o al extremo de hacer sufrir. Y eso se puede trabajar desde la masculinidad, de cómo se educa".
Socios en esta actividad sin fines de lucro, César se pregunta: si hay un ministerio de la mujer, ¿por qué no contamos con uno para los hombres? Se responde, al segundo: "Hay un estereotipo que asume que los hombres tenemos todo resuelto, ¡pero no es así!".
Dinámica en onda
De vuelta a Espacio Kun. Tras los peldaños, la curiosidad. Un salón. Al centro, cinco objetos: una vela, mantel, plantita, incienso y una pecera. Son los cinco elementos de energía vital que representan fuego, éter, tierra, aire y agua.
En principio, la atmósfera resulta plural y silenciosa, inexplicable pero cargada a las vibras. Ojalá buenas. Al paneo visual, 16 rostros. 16 personas de las que no dispongo información salvo que estamos de pie, descalzos, a la formación de un enigmático círculo. ¿Culto tribal? No.
Se escucha instrucción. César dirige la palabra. David Gómez complementa. Explican en modo zen. Parten con meditación: hay sintonía y conexión.
Luego todos proceden a escribir su nombre sobre un papel. Identificarse es crucial. Mantas. Se camina, aspira y exhala, lento. Todo oscilante, circular.
Alto. Quien ahora está al lado, será compañero de actividad. Una venda cubre mis ojos. Mi brazo se desplaza al hombro del compañero. Debo dejarme guiar a la marcha en zigzag. En la oscuridad se activa la memoria visual, como un aura que ayuda a recrear el perfil de los objetos, y el tacto se vuelve más sensible. Tal como lo aprendí de Salvador, músico, quien me condujo al hacer de lazarillo. Salvador evalúa: "Fue tomar conciencia de uno. Aprender a guiar y a ser guiado, asumir roles en sociedad".
Alto. Pienso en positivo. Es momento de revelaciones. Y con ellas, un espejo. Rota. Pasa de mano en mano, como los canapés. La idea: verse a sí mismo y decir en público qué te gusta y no de ti. Hurgar en lo profundo, sacar la vanidad y soltar sentimientos. Zen.
Alto. Me siento en la posición de flor del loto, sin saber muy bien qué hacer. Suena música de ambiente, étnica. Oigo instrucciones. Huele a incienso. También a galletas. El ruido estomacal perturba.
Alto. Observo al frente. Este joven, que habla con cara de temple y pasa el mate, no es un sacerdote cualquiera. Si se observa con detenimiento, en lugar de cruces, sobre el pecho porta su nombre escrito a papel. En lugar de escuchar a creyentes desde un confesionario, aquí hace una confesión. Francisco Cartagena, del 'Sacerdocio de la Diosa', comenta luego del espejo, en una pausa al mundo: "Nunca había estado en un círculo con hombres. Es enriquecedor: ver que hay sensibilidad, frustración y vulnerabilidad en los hombres y abrirse en una experiencia compartida, con sinergía, es de conexión interna".
Se trata de un conversatorio espontáneo. Todos interactúan. El patriarcado, la masculinidad, los tropiezos, la resilencia y contención, son palabras que brotan y arrojan. Se exudan. Van y vienen.
Suicidios y testosterona
24 horas antes. César alude a un revelador dato. Desconcierta. Hoy, dice, acá son los hombres quienes más se suicidan... "El 70% de los suicidios por separación los tienen los hombres. Y hace 15 años atrás era la mujer", acuña.
El suicidio es la primera causa de muerte no natural. Émile Durkheim, sociólogo, en su obra 'El suicidio' afirma que éste guarda relación con el tipo de sociedad en la que se produce, más íntima que las condiciones sicológicas de cada individuo.
David recuerda el caso de su amigo César. "Una vida cómoda, machista, donde tenía el poder de la relación. De repente, su pareja empieza a empoderarse, a salirse de eso y le genera una ruptura. Él (César) hizo algo valiente que yo le admiro: reinventarse. Buscar hombres que han vivido lo mismo que él".
César reconoce: "Mira, me afectó mucho, porque a mí me dejaron, antigüamente esto no se daba, el que dejaba era el hombre". Y agrega: "Hoy, con el empoderamiento que tiene la mujer, el gran porcentaje de la ruptura de la pareja es por la mujer que está tomando la decisión de salir del matrimonio. Y a nosotros, los hombres, esto nos golpea fuerte: no estamos educados para algo así".
Una revelación. David y César, a coro y en eco, largan: "Así parte la idea de poder ayudar a todos estos hombres que están pasando por estos procesos".
Alto. De vuelta al Espacio Kun. Ya queda poco. Los tabúes masculinos se resquebrajan entre 16 eventuales machos alfas. Hay conclusiones, y con ellas, unas piedras de regalo para cada participante. Su estructura: un amuleto con energías especiales, para así generar un compromiso… como hombres.
Piedras que, cuentan los mentores, se limpiaron con agua y dejaron cargando la noche anterior al evento para, dicen, nutrir de energía y llevarse, con la piedra, "una rica experiencia". Alto.
La idea: realizar este 'círculo' una vez al mes. César Latorre afirma reto: crear un Centro, "porque tuvo buena acogida". Mientras, quien escribe, se queda con las palabras de Matías González, payaso (Teatromuseo y compañía Ay Caramba), hoy serio: "Se abre un espacio desconocido en uno. Dinámica del contacto visual con el otro, romper el hielo, y así generar confianza. ¡Fue súper bueno!". Como la luna nueva, ya de salida.