Guillermo Ávila N.
"Eran dos mujeres. Ambas jóvenes. Quedaron colgando de su auto que venía rajado. No sé cómo no se mataron. Fue hace unos años...". La voz en volumen bajo es de Andrés Cisternas, conserje, con 13 años de laborar aquí.
Noviembre. Un auto cayó sobre los jardines del condominio. Testigos señalaron a la prensa que el vehículo habría intentado cruzar a la pista izquierda desde la bajada Placeres, pero desbarrancó hacia el edificio. Así evitó chocar con otros automóviles que transitaban a gran velocidad por ese sector. Pausa.
El ruido es ensordecedor. Huele a gasolina. Quemadas de forros. Rápidos y furiosos por doquier. Chuchadas al viento. Estrés.
La cálida brisa marina golpea el rostro por la pista en ambos sentidos. Casi tanto como al parpadeo de un 'islote habitacional' que asoma y parece flotar en medio de la nada. Aquí en la siempre transitada avenida España, esa que espera recarpeteo a los cinco mil millones de pesos en esta temporada estival.
En sentido contrario, hacia Valparaíso, y más alejado de este 'islote habitacional', cerros Los Placeres y Barón. Al otro lado, Viña del Mar. ¿Ventaja?
Una bomba bencinera remozada con el logo de la concha sale al paso. A menos de 100 metros, en diagonal, delante de nosotros, su reja eléctrica de no larga data en verde que se abre a la bienvenida.Las deficiencias a veces crean ventajas. Al menos eso dirán, más adelante, algunos vecinos de este enigmático entorno tipo museo. Uno que se mantiene firme al paso del tiempo.
Ruleta rusa al paso
Estamos en el sector Yolanda, que se ubica al pie de Barón y Placeres. En específico, en la remodelada población Balmaceda, cuyo gran edificio alberga a 36 departamentos. En realidad son dos bloques, el A y B, de hormigón y cemento de cuatro pisos conectados a través de un pasillo. En su mayoría, pertenecientes a gente de la tercera edad. Varios, con diversas discapacidades.
La situación geográfica al interior, en apariencia sumergido bajo el nivel del mar, define su ventaja. O desventaja, según el prisma con que se lo aprecie.
De cerca, uno de los detalles más seductores de aquí, ajeno a todo despliegue vehicular exterior, simula un oasis: cántico de aves, álamos, un laurel gigante, flor del inca, así como nísperos, limoneros, guindos y cerezos, en su mayoría, árboles plantados por propios residentes, embellecen la entrada.
Al fondo, dos autos setenteros en estado de chatarra hacen parte del paisaje, ya con la maleza más indómita. Detrás, un depósito de troles buses abandonado que comparte terreno baldío con Esval.
Una señora irrumpe agitada. Porta bolsas con mercadería. El pliegue facial rígido delata su prisa. Viene de su propia ruleta rusa, esa que la tiene a tiro -como a casi todos del Balmaceda- varias veces al día: hace unos minutos, un vehículo a toda marcha, casi la arrolla. Dice que no le queda de otra. Que debe cruzar avenida España para abastecerse porque no tiene auto, tampoco hay un paso de cebra y la pasarela, a metros de distancia, acota aún nerviosa, presenta problemas.
Para Marta Herrera, con diez años de vivir acá, considera que es momento de descargo. "Un problema grande es la pasada: no podemos atravesar. Ahora que hicieron el edificio de al frente, se beneficiaron en la otra calle, pero nosotros no tenemos ninguna señalética. Aquí todos somos viejos. ¡Cómo las autoridades no entienden!", se queja doña Marta, para quien hacen "gárgaras con la tercera edad".
Marta Herrera asegura sufrir de vértigo, Para ella, subir por la pasarela a unos metros de distancia, es un asunto de terror. Simplemente dice que no puede. Por eso, su desafiar al destino del cruce en av. España. Y agrega una problemática: "Esta curva está muy mal hecha, la de av. España con Yolanda".
En un sector donde los vehículos se dan vuelta, hacen trompo, chocan y caen directamente al forado del inmueble, en el patio trasero de doña Marta, su desvelo es el amigo fiel.
Una dama de sesenta y pocos años desciende de su móvil. Observa. La abordamos. Su histrionismo inicial, termina. Se identifica como Fresia Guerra, de Playa Ancha, con más de dos décadas de vivir en la Balmaceda, la torre B, "a prueba de sismos. El otro día casi atropellan a mi hijo. Como no hay señalética, los autos salen del servicentro a toda velocidad".
Autos chocadores
Al igual que doña Marta, a la señora Fresia lo que más le molesta son los autos que chocan en la vuelta y se vienen hacia el condominio hasta caer adentro. "Pasa seguido. Casi todas las noches. Y nadie responde. A veces llegan Carabineros, pero por lo general no. Los vienen a sacar al día siguiente, pero no pasa nada". Fresia Guerra apunta hacia la reja que da a la av. España, y que está botada. De eso hace cinco días, cuando cayó el último automóvil, sostiene. El marido de doña Fresia se llama Aldo. Es minusválido, cuenta. Y acota, indignada: "Ahora, a él lo fui a dejar al hospital. Me siento esclava del auto: aquí es muy complicado y riesgoso abordar el transporte público".
Aldo Herrera habita acá desde 1974. Es el quinto hermano de "cuatro vivos". A sus 54 años, vive con sus padres, a los que se le dificulta el desplazamiento del piso del cual son propietarios. Recuerda que antes, cuando este complejo estaba abierto, sin rejas, era más peligroso. Había robos. Sin embargo, reconoce que "su barrio" es tranquilo. Lo que lo aflige, al igual que muchos, es la escasez de pasos de cebra. Y que lo ideal sería una pasarela nueva, ya que la que está, luce por su estado roído, "con muchas fallas".
Aldo aún rememora el terremoto de 1985. Tras el sismo, todos los vecinos tuvieron que pernoctar en carpas, en el jardín donde ahora están los dos autos chatarras. Dice que no teme que haya tsunami: "En el 6.9° de abril tuvimos que arrancar todos de aquí". Carabineros los hizo evacuar, añade. "Subimos a la parte alta, por San Francisco. La mayoría no salió: vive gente de edad. No pueden movilizarse. Sólo queda recurrir a la evacuación vertical".
Ximena Rodríguez llegó en 1981. Acusa que desde la gasolinera se estacionan mal, lo que cuesta el ingreso al condominio. "¿Y si hay una explosición allí?", se oye. Pero, por sobre todo, el lío del acceso. "Ahora cuando realicen los trabajos en av. España no sé que vamos hacer aquí", suspira Rodríguez, mientras dos universitarias, parecen venir por un arriendo...