Adriano González Hidalgo - La Estrella de Valparaíso
Cada año en distintas localidades de España e Iberoamérica se conmemora la Quema de Judas, festividad que se realiza cada Domingo de Resurrección de Semana Santa. La actividad consiste en la construcción de un muñeco, el que representa a Judas Iscariote, por lo que una multitud se reúne para quemarlo, en respuesta a la traición hacia Jesús.
Esta actividad se realiza en el Cerro Castillo de Viña del Mar desde hace casi ochenta años. Los responsables fueron los amigos Víctor Castro y Aldo Caimi. El primero fue un reconocido pintor del cerro, mientras que el segundo fue un antiguo presidente de la Junta de Vecinos del barrio.
La hija de castro, Victoria, es la actual encargada de cuidar el taller y la sala de exposiciones que dejó su padre, además de proteger uno de sus legados más representativos: la tradición por la Quema de Judas.
Victoria Castro cuenta que con sus familiares están encargadas y encargados de organizar esta celebración en compañía de vecinas y vecinos del cerro.
El Cerro Castillo se destaca por mantener las tradiciones. No existen edificios de mayor altura, y no hay locomoción colectiva que suba a su parte más alta (El Mercurio, 2016). Es por eso que la Quema de Judas es otra tradición que no quiere desaparecer.
"Era una tarea de todos los años. Los hacían (a los Judas) de papel maché y mi mamá hacía el engrudo con papel de diario, como se hacían antes las cosas", afirma Victoria Castro.
Ahora, la Junta de Vecinos la conforman personas jóvenes que ven con gran entusiasmo el rescate de tradiciones. Victoria Castro cuenta que años anteriores, las Juntas de Vecinos sólo se encargaban de la iluminación del cerro, la seguridad y los jardines, pero que descuidaban la preocupación por mantener vigente la vida de barrio.
El itinerario
En esta ocasión se reunió la comunidad del cerro en la interrupción entre las calles Callao y Balmaceda, apenas terminó la misa en la iglesia del cerro. Luego, quienes organizaron esta actividad dispusieron de una camioneta donde pasearon en dos ocasiones a las niñas y niños del barrio, junto al Judas, quienes gritaban al unísono "¡Que lo quemen! ¡Qué lo quemen!.
Al acabar el recorrido, una persona con la cara pintada de blanco leyó unas palabras antes de proceder a la quema del muñeco. Una vez encendido, la multitud aprovechó de guardar el momento haciéndose selfies.
Una vez las llamas fueron cesando, comenzaron a repartir dulces de chocolate y monedas que habían sido guardadas para la ocasión entre niñas y niños. Las personas se veían felices, era un momento de comunidad y fraternidad barrial. Una tradición que se niega a ir.