El cambio
Facultad de Derecho Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
Había una vez un señor que quería cambiar el lugar donde vivía. Llamó a un arquitecto y le explicó su plan: "quiero que demuela todo y construya algo por completo nuevo". Y siguió: "el que construyó esta vivienda era una persona muy mala y, por lo mismo, quiero que levante una casa totalmente nueva". El arquitecto entendió rápido la obsesión de su potencial cliente por la novedad, aunque, de todos modos, necesitaba saber más para diseñarle una casa nueva y mejor que la que tenía. Preguntó: "pero, dígame, ¿cómo funcionaba su casa? ¿estaban bien los dormitorios, la cocina, el comedor? ¿cómodos? ¿demasiado pequeños?". El señor se enfureció: "Usted no me entiende: yo quiero una casa nueva, no una reforma de sus espacios, porque como le dije la persona que la construyó era muy mala". El arquitecto entendió que no obtendría más del irritado cliente y entonces pensó que tendría la infrecuente oportunidad de contruir una casa de acuerdo a su propio gusto, sin relación con las necesidades del que la pagaba. Lo que hiciese, bueno o malo, lindo o feo, útil o inútil, sería una casa "nueva", incluso, sonrió con malicia, si era exactamente igual a la anterior.
Las constituciones se pueden cambiar. La Constitución alemana de 1949, ha recibido más de 60 reformas en su historia. La norteamericana de 1787, 27. La española de 1978, solo dos. No hay una fórmula única y precisa para emprender una reforma constitucional. El cambio, en democracia, suele depender de muchos factores: un problema identificado y una solución estudiada y consensuada, por supuesto; pero también de factores como la "elasticidad" del texto, la extensión de su regulación, la pervivencia de los valores que defiende, etc.
Pero hay otra mirada. La Constitución como "objeto" político. Aquí no importa si la regulación constitucional es buena o mala, si protege o no la libertad, ya que solo se le atribuye un valor como símbolo de algo. En tanto símbolo, se acepta o rechaza, y aquí llegamos a la razón de las numerosas constituciones iberoamericanas o "papelitos", al decir del profesor Bravo Lira (Bolivia, por ejemplo, ha tenido 17 y Venezuela 26).
El problema es que lo nuevo, para quienes no creemos en la magia constitucional, no arregla nada por el simple hecho de ser nuevo. Si no estudiaste los problemas e intentaste resolverlos uno por uno como alemanes, norteamericanos y españoles, ellos van a seguir allí. Intactos y sin novedad.l
Alan Bronfman Vargas
Profesor de Derecho Constitucional