Un poco de esperanza
Frente a la advertencia de algunos alcaldes sobre un posible aumento de las protestas, no se puede pretender deslindar en el Estado toda la responsabilidad en el control de la pandemia; la contribución de los ciudadanos es lo más decisivo, y es allí donde la sociedad civil debe jugar su papel.
En octubre pasado, era el "estallido"; hoy, es el virus. El coronavirus, y la paralización económica que conlleva, llegó con fuerza a mostrarnos que el bienestar social y económico no es un dato de la naturaleza: se construye día a día con el trabajo y la creatividad de todos. No se pueden lograr mejores condiciones para la población simplemente pasando recursos de un bolsillo a otro, el dinamismo de la actividad es el camino para lograr bienestar social y es muy difícil lograr congeniar ambas situaciones cuando además se vive con coronavirus.
Sé que es difícil para algunas familias, pero lo mejor es no generar más dificultades. En algunas semanas las personas que en verdad necesitan ayuda del Estado recibirán beneficios como una canasta de alimentos, un ingreso familiar por la emergencia o apoyo de los municipios. y en algunas semanas mas o meses, podrán trabajar para recuperar juntos este país.
La situación se ve difícil, pero lo es aún más cuando agregamos protestas y destrucción.
Bendito patrimonio nuestro
No está saliendo fácil teletrabajar, mantener el espíritu en alto, acompañar (como profesores y también como apoderados) a los estudiantes en sus aprendizajes a distancia, cuidarnos del contagio, escuchar y ver ese tumulto de información que impacienta, mantener la casa en orden y -para muchos- constatar cómo los sueldos se reducen o, simplemente -vía la cesantía- desaparecen. Los tiempos están recios -al decir de Teresa de Ávila- y en ellos debemos desarrollar nuestras existencias, y con la mayor creatividad posible.
Como Fundación Futuro, los invitamos a aprovecharnos del patrimonio que nos pertenece a todos. Ahí está -silencioso- esperando que lo conozcamos y lo gocemos y, más relevante aún, que internalicemos que el Fuerte Bulnes, la Iglesia de Parinacota, el Viaducto del Malleco, las Salitreras de Humberstone y Santa Laura, el Estadio Nacional o la Caleta Tortel, nos hacen mejores chilenos. ¿Por qué? Simplemente porque nos recuerdan que hubo compatriotas antes que nosotros -y pese a las adversidades múltiples- que fueron armando Chile, piedra por piedra.
Pero no todo nuestro patrimonio es obra humana. La majestuosidad de la Cordillera de Los Andes, esas araucarias milenarias, el parque marino Francisco Coloane o el zorrito de Chiloé, bautizado por Charles Darwin cuando anduvo por estas latitudes en el siglo XIX, son también patrimonio de los chilenos. Llamados patrimonios naturales (para distinguirlo del cultural), nos dan el derecho de admirar belleza y (como contrapartida) el deber de protegerlos. ¿Cómo puede ser que actualmente más de 100 especies animales y otras tantas arbóreas estén en peligro crítico de extinción por culpa del ser humano?
Los días 29, 30 y 31 de mayo celebraremos online el Día del Patrimonio. Visite -desde su casa- los múltiples sitios de patrimonio natural, cultural (incluido www.fundacionfuturo.cl) y también de Tesoros Humanos Vivos, esos personajes anónimos que con su trabajo diario permiten, por ejemplo, que la cerámica de Quinchamalí, la cestería en Voqui Pil Pil o la fiesta del Nazareno de Caguach sigan vivas y coleando. De seguro que ello nos reconfortará y, de paso, nos ampliará la mirada ante Chile, un país con territorios, flora, monumentos, fauna y personas de categoría.
Magdalena Piñera Echenique
Directora Fundación Futuro
Valentina Ramírez