El Huaso Quillotano evoca sus días de gloria en el Fortín Prat
Al estilo de Los Titanes del Ring, Sergio Arancibia se calzaba llamativos trajes y con golpes y llaves tumbaba a sus rivales. Desde la población El Bosque, recuerda los años en que estuvo a punto de internacionalizar su carrera.
Claudio Morales Salinas - La Estrella Quillota - Petorca
Su familia de origen es viñamarina, por eso en la casa de Sergio Arancibia, en la villa El Bosque de Quillota, hay varias insignias de Everton. Sin embargo, este hombre de aspecto bonachón nació en Quillota, "en el barrio de la avenida Valparaíso", y su aspecto más bien inofensivo no guarda relación con un pasado asociado a la lucha y los rings.
A fines de los '60, según evoca, "había unos amigos que levantaban pesas y que después fueron luchadores, y se comenzaron a juntar a entrenar y practicar en una casa de la calle Concepción con Bulnes. Estaban a muchos que recuerdo, como El Carloto, El Tanque Rubi, el Hércules Maturana, El Yalo Yaqui. Con ellos aprendí a luchar, porque yo tenía buen físico y tenía la fuerza que me daba trabajar en el campo. Yo salía con ellos y me fijaba cómo peleaban, las tomadas, las caídas. Éramos como veinte cabros y fuimos quedando menos después".
Arancibia recuerda que las peleas eran duras y que eso le traía problemas en su casa, "porque yo llegaba con los ojos morados, con golpes, y ahí mi mamá se enojaba. Pero a mí me gustaba, yo era bueno para los coscachos". Esa actitud belicosa lo hizo destacarse entre todos estos nóveles luchadores que se reunían en Quillota y, al final, Arancibia comenzó a salir a pelear a otros lados.
"En Valparaíso se había formado un campeonato en el Fortín Prat y ahí un empresario que organizaba esas peleas me vio y le gustó lo que yo hacía. Me preguntó de dónde venía y me empezó a programar en las peleas que hacían todos los domingos. A la cuarta semana ya comencé a ser luchador profesional. Es que yo estaba en muy buena forma porque entrenaba mucho", asegura este exluchador que, por su origen y sus formas, fue bautizado como el Huaso Quillotano.
Con ese nombre ganó fama en los rings porteños Arancibia, porque se dedicó verdaderamente al oficio: "Con eso me alejé de los vicios y de las fiestas. El Tanque Rubi era muy exigente y él se había convertido en mi entrenador. Yo les caí bien a los colegas porteños, hicimos un grupo de amigos y a algunos los conservo hasta hoy. De hecho en esos tiempos, hablo del año 1970 en adelante, luché una vez con un hermano de Míster Chile, y él me dio muchos consejos, me decía: Huasito, hay que portarse bien fuera del ring, porque si te ven borracho, por ejemplo, piensan mal de todos nosotros. Yo era joven y deportista y tomé muy bien esos consejos".
Peleas de verdad
El Huaso Quillotano era fanático de las luchas, pero también era hombre de familia. Se había casado con Purísima Valencia y justo cuando lo habían invitado a pelear a Perú, debió dejar pasar esa oportunidad de internacionalizarse, "porque nació mi primer hijo y no quise dejar sola a mi señora en ese momento tan importante". Pero siguió peleando en el Fortín porteño, su esposa lo seguía como una fans y las luchas iban bien.
"Me pagaban 50 mil escudos por cada pelea y empezaron a traer a luchadores del extranjero, como el Gavilán Quiteño y el Huracán del Caribe, y yo combatí con ellos. En un momento, a quienes más destacábamos nos llevaron en algunas oportunidades a pelear a Santiago, al Caupolicán. Pero era otro ambiente, las peleas ahí eran como más maqueteadas, menos espontáneas y más cortas. Como que tenían muy ensayados todos los movimientos, no me gustó. Yo prefería las peleas en el Fortín Prat en Valparaíso, esas eran de verdad, con la gente que llenaba las tribunas. Yo era como el villano además, y me gustaba que me pifearan", asegura Arancibia.
Ese ambiente de las luchas se acabó abruptamente en 1973 con los acontecimientos políticos. Se cerraron los gimnasios y "solo algunos que emigraron a México pudieron seguir peleando. Yo me quedé trabajando en el campo y ahora atesoro esos recuerdos. Fue bonito mientras duró", cierra El Huaso Quillotano.