Uno de los paradigmas que acompaña a la educadora de párvulos en su formación y vida profesional, es que el hogar es el primer espacio educativo de los niños.
Este año, por la pandemia por COVID-19, el rol de la familia ha redoblado su importancia, siendo la mejor aliada para las profesionales del ciclo inicial.
Esta situación ha hecho a la educación parvularia asumir el desafío de llevar la enseñanza al interior de las casas, generándose una armoniosa simbiosis con la formación que se realiza en salas cunas, jardines infantiles e instituciones educativas, que han cerrado sus dependencias para cuidar la salud de sus párvulos, pero han mantenido más que nunca las puertas abiertas al aprendizaje y desarrollo de habilidades, actitudes, valores y conocimientos de los niños.
La educadora se ha proyectado abruptamente más allá del aula, fortaleciendo la alianza necesaria, crucial e irremplazable con la familia, para lograr que la enseñanza y el aprendizaje de los niños siga siendo un proceso progresivo e ininterrumpido, pero ahora con experiencias educativas en el hogar, entregando acompañamiento, orientación y herramientas con ese fin.
El escenario educativo ha sufrido un cambio inesperado, debiendo la educadora fortalecer y potenciar su actitud innovadora, indagadora, proactiva y sus competencias para interactuar en una comunicación virtual con la familia, incentivando un proceso enseñanza-aprendizaje que fluya hacia la coenseñanza y el coaprendizaje, en el que todos deben aportar.
Ana María Escudero
Directora de Carrera Educación Parvularia, UDLA Sede Viña del Mar
Doctora en Política y Gestión Educativa