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Parásitos en las minas del carbón

Una desconocida enfermedad denominada anquilostomiasis afectó por décadas a Lota y otros yacimientos de la zona. Finalmente fue descubierta, neutralizada y desapareció.
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Por Juan Guillermo Prado

Al escribir Baldomero Lillo su obra "Sub terra", que contiene ocho cuentos ambientados en las minas de carbón de Lota, no sabía que los trabajadores de esos yacimientos podrían estar enfermos de una infección intestinal causada por parásitos que les producía dificultades en el trabajo. Cuando se publicó dicho libro, en 1904, la anquilostomiasis era desconocida en la zona.

Un lugar adecuado para el desarrollo de esta enfermedad es el denominado "Chiflón del Diablo", que tiene 850 metros de profundidad y se interna bajo el océano Pacífico. Fue descrito por Baldomero Lillo, en su cuento del mismo nombre: "La galería del Chiflón del Diablo tenía una siniestra fama. Abierta para dar salida al mineral de un filón recién descubierto, se había en un principio ejecutado los trabajos con el esmero requerido. Pero a medida que se ahondaba en la roca, ésta se tornaba porosa e inconsistente. Las filtraciones un tanto escasas al empezar habían ido en aumento, haciendo muy precaria la estabilidad de la techumbre que sólo se sostenía mediante sólidos revestimientos. Una vez terminada la obra, como la inmensa cantidad de maderas que había que emplear en los apuntalamientos aumentaba el costo del mineral de un modo considerable, se fue descuidando poco a poco esta parte esencialísima del trabajo. Se revestía siempre, sí, pero con flojedad, economizando todo lo que se podía".

La Anemia de los Mineros

La anquilostomiasis, o "anemia de los mineros", es una afección intestinal causada por gusanos que miden entre ocho y diez milímetros. Estos se instalan en el interior del sistema digestivo, especialmente en el duodeno.

Fue descubierta en 1919 en los yacimientos de carbón por el doctor Juan Noé Crevani, de origen italiano, profesor de la Universidad de Chile, quien se destacó por erradicar la malaria del norte del país y por combatir el mal de chagas, producido por la vinchuca. Recibió póstumamente la nacionalidad chilena, en 1948, y en la ciudad de Arica se erigió un monumento en su memoria.

Este mal se caracteriza por molestias como dolores de estómago, hemorragias, diarreas y anemia, que varían conforme a la cantidad de gusanos que existe en el sistema digestivo. Los enfermos adquirían una tonalidad pálida, falta de ánimo, cansancio, zumbido de oídos, palpitaciones en el pecho.

Esta enfermedad se transmite por las heces humanas, ya que en el interior de las minas no había letrinas y en aquel tiempo no existían medidas precautorias como zapatos adecuados para caminar en el suelo húmedo de las minas.

El doctor Noé y sus colaboradores descubrieron que eran muchos los mineros infectados. Examinó a casi mil obreros de los cuales 287 estaban enfermos, una cifra muy alta que representó el 28,9% de aquellos que fueron estudiados. Seguramente había en la época muchos más afectados de los que fueron examinados.

No fue fácil realizar la indagación por las dificultades que pusieron las empresas mineras. En la pesquisa se concluyó que las minas Rosal y Lirquén, situadas en la comuna de Penco, al norte de Concepción, tenían el porcentaje más alto de infectados: en Lirquén se examinó a 204 obreros y los contagiados eran 148, un 72,5%, y en Rosal los trabajadores estudiados fueron 131 y los enfermos eran 87, un 66,4%. En las otras minas la cantidad de infectados era menor: en Colico, en la comuna de Curanilahue, poco más del 15%; en la mina Curanilahue y en Lota, un 8%; y en Schwager, un 6%. Era una enfermedad que atacaba exclusivamente a los mineros pues no encontraron contagiados fuera de los yacimientos.

Un Médico Heroico

En el combate a este padecimiento se destacó el doctor Walter Fernández quien, para demostrar la existencia de la anquilostomiasis en las minas de carbón, introdujo en su cuerpo el agente infeccioso de la enfermedad. Su acción fue reconocida en la "Hoja Sanitaria" N° 3, de septiembre de 1924, de la IWW, sigla en inglés que corresponde a Trabajadores Industriales del Mundo, grupo anarquista que en aquellos años competía con los comunistas y otras tendencias de izquierda.

En la página editorial de dicho medio se afirma: "La forma más sublime del heroísmo es la proporcionada por el héroe científico; la del hombre que, conociendo los peligros de una enfermedad, se la produce inoculándose los parásitos que la determinan a objeto de beneficiar a sus semejantes. Tal es el caso del doctor Walter Fernández, quien, para demostrar la existencia de la anquilostomiasis en nuestras minas de carbón, introdujo en su cuerpo y en el de su hermano el agente de la anemia de los mineros. De más está decir que esto no ha conmovido a nadie, pues el gobierno no ha tomado ninguna medida para curar a los obreros, a quienes tanto ama; y las compañías mineras llegaron a impedir violentamente al doctor Fernández la terminación de sus investigaciones. Los obreros, por su parte, mandan diputados y senadores a gritar al parlamento… el doctor Fernández no ha podido curar de su enfermedad, que adquirió con su interés de sabio y de amigo de los obreros".

Con los años la epidemia comenzó a desaparecer como consecuencia de programas de prevención, mejores condiciones higiénicas y de ventilación en los piques y el uso de ropa y zapatos adecuados.

En 1933 hubo un brote de la anquilostomiasis en las minas de Lota que despareció con las medidas adecuadas. Al año siguiente la gubernamental Dirección de Sanidad informó que se logró reducir la enfermedad a 125 personas, esto es un 5% de los obreros que laboraban en Lota y Coronel.

Contrastes en Lota

En 1952 se publicó el libro "Cien años del carbón de Lota", publicado por la propia empresa creada por Matías Cousiño, en 1852, donde se señaló: "La enfermedad ha sido reducida al 1% de los mineros, todos los cuales son restablecidos completamente gracias al tratamiento especial a que son sometidos".

La anquilostomiasis desapareció junto a los yacimientos carboníferos. La zona del carbón surgió por el esfuerzo de sus obreros que vivían en insalubres e incomodas condiciones laborales y de vivienda. En el transcurso del siglo XIX y en los inicios del siglo veinte laboraban niños desde los ocho años. Eran contratados como adultos a los trece años. Las minas funcionaban día y noche y los turnos se extendían por doce horas de trabajo.

Hoy se pretende que, con sus contrastes, Lota sea declarado Patrimonio de la Humanidad. Junto al Chiflón del Diablo, situado en las profundidades de la mina, está el Parque Cousiño, de doce hectáreas de extensión, en el borde costero, con su inconfundible estilo francés. Ambos lugares son un mudo recuerdo de un Chile desigual.