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El corredor verde de las primeras migraciones

Miles de personas en el mundo son desplazadas por los efectos del cambio climático. Pero, en el pasado, la variante ambiental fue favorable para los humanos y facilitó el tránsito del ser humano hacia nuevos continentes.
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Agencia Efe

Cada año miles de personas se desplazan huyendo de los efectos del cambio climático, pero las variaciones del clima no siempre han perjudicado al hombre. Hace 400.000 años, repetidos episodios de aumento de las precipitaciones transformaron Arabia en una exuberante región que favoreció las primeras migraciones desde África a Eurasia.

Estas migraciones tuvieron lugar en al menos cinco ocasiones: hace 400.000 años, 300.000 años, 200.000 años, 100.000 años y, las últimas, hace unos 55.000 años, y en todas ellas los humanos fueron dejando rastro de su cultura material y sus herramientas de piedra.

Las pruebas se han encontrado en el desierto de Nefud (Arabia Saudí), en yacimientos arqueológicos que en el Pleistoceno albergaron grandes lagos originados por intensos episodios de lluvias.

Los hallazgos, detallados en un artículo en la revista Nature, confirman que Arabia, situada entre África y Asia, fue un cruce de caminos para muchas poblaciones humanas y una ruta migratoria crucial hacia el Levante mediterráneo (actual Oriente Medio) y hacia Eurasia.

Aunque esta región es esencial para reconstruir los movimientos y migraciones de la evolución humana entre continentes, su aridez y la escasez del registro fósil siempre han dificultado su estudio paleontológico. Hasta hoy.

El trabajo, liderado por el Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana de Jena (Alemania) y la Comisión del Patrimonio del Ministerio de Cultura saudí, documenta la presencia de humanos en Arabia desde hace 400.000 años, la más antigua hallada hasta ahora.

Para Huw Groucutt, autor principal del estudio y director del Grupo de Investigación de la Sociedad Max Planck, este trabajo supone un "gran avance" para la paleontología porque confirma la importancia estratégica de la región y porque "demuestra que todavía sabemos muy poco sobre la evolución humana en amplias zonas del mundo y que aún nos esperan muchas sorpresas".

vestigios

Los investigadores excavaron dos lugares: el yacimiento de Khall Amayshan 4 (KAM 4), enclavado en una hondonada entre grandes dunas, en el que encontraron pruebas de seis fases de formación de lagos; en cinco de ellas había herramientas de piedra fabricadas por humanos hace entre 400.000 y 55.000 años y pertenecientes a distintas culturas del Paleolítico.

El otro lugar de excavación fue el oasis de Jubbah, 150 km al este, donde también se recuperaron herramientas de piedra de entre 200.000 y 75.000 años.

Entre los dos yacimientos, los investigadores hallaron dos tipos de tecnología achelense -asociada a homínidos anteriores como el Homo erectus- y tres con distintas formas de tecnología del Paleolítico Medio que incluyen hachas de mano y cuchillas.

Los científicos también dataron los sedimentos de los yacimientos mediante técnicas de luminiscencia, que registran el tiempo transcurrido desde que la última vez que fueron expuestos a la luz, y vieron que cada ocupación coincidía con una época de aumento de lluvias.

También confirmaron que, si bien el clima en Arabia era árido, periódicamente tenían lugar eventos de aumento de las precipitaciones que obraban el milagro y convertían los desiertos en verdes praderas con lagos, humedales y ríos que brotaban por la mayor parte de Arabia, atrayendo a todo tipo de animales y también a los humanos.

"Es extraordinario; cada vez que había humedad, llegaba gente", afirma el director del proyecto, Michael Petraglia, del Instituto Max Planck, para quien "este trabajo sitúa a Arabia en el mapa mundial de la prehistoria humana".

Los hallazgos de Khall Amayshan 4 y de Jubbah revelan momentos de ocupación cortos con culturas materiales distintas, lo que sugiere que las poblaciones llegaron a la zona desde múltiples direcciones y lugares de origen e indica la existencia de poblaciones fuertemente subdivididas en el suroeste de Asia en esta época.

Fulgor de Luis Merino Reyes Presidente Sociedad de Folclor Chileno

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Por Yvaín Eltit

Hoy nos ilumina el fulgor de un escritor crucial para Chile.

Luis Arturo César nace el 12 febrero de 1912 a las tres y media de la tarde en Tokio (Japón), hijo de Rebeca Reyes del Río y el mayor Luis Merino Saavedra, quien se encontraba como Adicto Militar de Chile en Japón; de hecho, don Luis fue inscrito en 1913 en Chile. Su enseñanza escolar la realizó en el Liceo Alemán (Santiago); al respecto, su hijo Luis Merino Montero (1943) indica: "Allí encauzó a los 14 años el camino hacia la literatura, en la academia que dirigía el sacerdote José Schmidt", academia de la cual Luis sería presidente en 1928.

Al optar por una carrera ingresa a la Escuela Militar, continuando la tradición de su padre y tíos marinos, sumado al complejo pasar familiar, pues su madre quedó viuda joven, con él y su hermana María Rebeca. Se graduó de subteniente en 1930, hizo guarnición en Talca, Los Ángeles y Osorno, retirándose para dedicarse a la literatura y el periodismo. Estudió en la Academia Libre del dibujante Hernán Gazmuri Díaz (1900-1979).

Su hogar lo formó con Lucía Montero Marín (1912-2003), oriunda de Curicó (Región del Maule), quien estudió pedagogía en francés en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, además de piano. De esta unión nacen: María Lucía, periodista; Luis, musicólogo; Rebeca, abogado; y Beatriz, matrona.

En 1936 aparece su primer libro de poemas, "Islas de música", que marca el inicio de una versátil trayectoria abarcando novela, cuento, crónica, artículo y ensayo. Se le ubica en la Generación de 1938. Supo conjugar su pasión creativa con la actividad gremial, siendo presidente de la Sociedad de Escritores de Chile.

Entre sus más de 30 obras, destacan "La vida adulta" (1962) y "Los feroces burgueses" (1964, reeditado en 1997), considerada por el autor como su mejor novela. También las novelas "Amor y maleficio" (1994) y "Episodios crueles" (1997), los poemarios "Heredad de amor y duelo" (1996) y "Hora de salida" (1999), coronando con "El ramo de ortigas y otros cuentos" (2002) a sus 90 años.

Se le reconoció con el Premio Municipal de Santiago por su poemario "Áspera brisa" (1952) y por "Murcila y otros cuentos" (1953); Premio Zig-Zag por su primera novela "Regazo Amargo" (1955); y Premio Atenea de la Universidad de Concepción por otra novela, "Última llama" (1959).

Luis Merino Reyes nos dejó el 28 de febrero de 2011 a los 99 años. Desde entonces descansa junto a su esposa Lucía en el Cementerio Parque del Recuerdo (Huechuraba, Santiago).

El legado, en voz de su hijo, es: "Haber sido verdaderamente un artista ciudadano".