De mamertos, mecheros y merluzos
Hay idiomas y acentos que se lucen en el talento del insulto, frases que en el momento oportuno y la ubicación correcta, sorprenden gratamente incluso al ofendido; en ese sentido, el tono de voz argentino y la palabrería chilena tienen mucho que decir. Sin embargo, no todos los compatriotas se pueden jactar de esos dones, quizás más influenciados por la imagen y voz extranjera que tanto les atrae, como el neutro doblaje latinoamericano, que suaviza los garabatos de la sensacionalista acción gringa o peor aún, el siempre cuestionado español de España, que más de alguna algarabía nos ha provocado al observar sus europeas y poco acertadas traducciones.
Entonces ¿Por qué se insiste en traer a la modernidad tal añeja terminología? Son conceptos hoy ineptos para generar molestia u ofensa, todo lo contrario, provocan que nos miremos de reojo con algo de vergüenza ajena. Quizás es lo mejor a lo que pueden optar, pues unas cuantas veces los hemos visto usar insultos más patriotas, sin percatarse que el instante y el lugar no eran los adecuados, no siendo celebrados sino más bien rechazados y hasta sumariados.
Difícilmente podrán aprender a insultar "como buen chileno" y lograr una molestia en su destinatario, si solo son capaces de hablarse, aceptarse y aplaudirse entre ellos, aquellos con una muy privada instrucción y foránea aspiración.
Podría finalizar este texto con un buen par de garabatos, pero no daría en el tono ni el momento oportuno, ustedes lo entienden, ellos no.
Carlos Muñoz Lecerf