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[Cultura Urbana]

El cronista del Pueblo sin Ley

El escritor calerano Felipe Argote retrata la dura marginalidad de su población en el libro de crónicas "La Faraona". "Mi rol es el de un observador, yo no digo que esté bien o esté mal", dice el joven autor que ha sido comparado con Lemebel, que ama las canciones de Lola Flores y que comparte con soldados, pasteros y vecinos que conviven con la violencia.
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Marcela Küpfer C.

"Desde la altura vimos aparecer a la Rota Ruti por el tercer pasaje, venía dura, levantando los brazos, pidiendo tres lucas, empeñando el carnet, venía chora, venía angustiada".

La Rota Ruti, siete hijos, repartidos entre el Sename y el block de la población, es hija de la soa Berta, con quien discute a viva voz una tarde árida en el Pueblo sin Ley de La Calera.

"La soa Berta la parió a los quince años y desde ese momento la Ruti empezó a sufrir, y siguió sufriendo después de que comenzó a acordarse de las cosas. La Rota es dura para la pasta, para la noche, para hacer parar los camiones, subir y cerrar la cortina, hacerla cortita y bajar para seguir como los sabuesos en buscar del rastro de los charlis, que la esperan, que la llaman; no hay otro deseo en su cabeza que no sea el de cambiar las tres lucas que le dieron por marcianos. Hasta podía oír el clic-clic en la pipa, sobre una esponja de cenizas. Dura para vivir".

Felipe Argote, 26 años, es el autor de los extractos de esta crónica y, tal como la Rota Ruti y la soa Berta, vive en el Pueblo sin Ley, una población de alto riesgo ubicada en La Calera, donde el tráfico de drogas y la violencia en todas sus expresiones campean. Cada día, Felipe sale rumbo a su trabajo como técnico veterinario; de vez en cuando debe evadir un allanamiento, un conflicto entre los soldados de la población o una pelea entre los residentes. Felipe no juzga; solo observa y escribe.

"La Faraona" (Ediciones GS, 2021) es su primer libro. Y el género que lo apasiona es la crónica, a través del cual Argote relata la salvaje naturaleza del barrio en que habita, buscando retratar -con veracidad y sin juicios moralizantes- las particulares historias que allí se desarrollan.

"Mi rol es el de un observador, yo no digo que esté bien o mal; es dejar el precedente de que existió una Rota Ruti, que era pastera, que tenía sus siete hija en el Sename, que venía de una violencia, y entender que la historia se va repitiendo si no eliminamos esos patrones. Mostrar a la Rota Ruti es mostrar la miseria y marginalidad, ella es sinónimo del Pueblo sin Ley", señala Felipe Argote.

Lorca y maría luisa

La literatura se le metió a Felipe cuando era adolescente y lo mandaron a leer a Federico García Lorca en el colegio. Le impresionó la fuerza dramática del español y su habilidad para proyectarse en las emociones y sentimientos de sus personajes femeninos. Luego vendría María Luisa Bombal.

Recurrió a la biblioteca pública de La Calera para seguir leyendo. Y se largó a escribir. En 2013 obtuvo el primer lugar en el Concurso Escolar de Cuento y Poesía organizado por la editorial calerana GS y patrocinado por la municipalidad.

"Empecé a escribir porque quería soltar algo que tenía adentro, sin saber qué era, hasta que llegué a Pedro Lemebel, que me decía: mira, soy Pedro Lemebel, soy igual a ti, vivo donde tú vives... Era un espejo, un reflejo, decía que la pared era mínima en grosor y que se escuchaban los gritos de al lado y yo también escuchaba los gritos de al lado, entonces te pones a pensar: ¿por qué siento vergüenza de mí?, ¿por qué siento vergüenza de lo que siento, de lo que veo, si alguien más está haciendo esto mismo? Era un poco un reflejo y ahí empecé a escribir y liberar estas emociones", cuenta.

De los poemas pasó, casi por instinto, a la crónica. "Salió de la nada, como una tarea para llevar a un círculo literario; después empezó a salir un estilo, un tono... Yo solo había leído a Lemebel y no sabía cómo era la crónica, qué estilo debía tener o si yo debía aparecer. Yo solo escribí algo, llegué y me dijeron: eso es una crónica, estúdiala, sigue por ahí... Me gustó porque podía hablar yo, decir lo que yo miraba desde mi punto de vista, me pareció muy interesante y todavía escribo crónica", dice Argote.

Un pueblo sin ley

"Cuando volví a mi casa vi una aglomeración frente a la de mi vecina. Crucé para copuchar, imaginando lo que podría estar pasando en cada un de las bandas rivales: Los del Checho y Los Pelusones. Luego de hacerme una idea, saludé al gentío y entré a prepararme un café. Al rato salí a ver mi perros al jardín. Desde el portón una amiga me llamó casi en secreto, como si los del escándalo pudieran escucharnos. 'No podremos vender papas hoy. El Caío del Catre y el Brandon se agarraron a balazos y me da miedo'". Así comienza "Tiroteo y cumpleaños", otra de las crónicas del libro "La Farona", que relata el día a día en la población.

"El Pueblo sin Ley es para mí como una maqueta, puede estar en Arica o Magallanes. Es casi un cité donde los pasajes son pasillos y tu casa es una pieza. Ves caminar por la pobla a los soldados, los pasteros, los que buscan merca, falopa, pasta base... Es una maqueta que puede estar aquí, en Santiago o en Valparaíso, en cualquier lado", reflexiona Felipe.

Su trabajo tiene mucho de "fresco social": recoge las prácticas, las relaciones y sobre todo la lengua de la población, que se refleja con todos sus modismos y particularidades.

"Yo dejo que hablen los personajes tal como hablan ellos, que digan maraca porque es parte de su lenguaje, es como ellos se comunican y lo que sienten; hay violencia en el trato, en lo económico y también en el lenguaje", explica.

La violencia cruza todo el fresco: "Que alguien pase con un pistola afuera de tu casa es violento, aunque no te apunten tú sabes que van a reventar la casa del lado... El martes hubo un allanamiento y tuve que pedir permiso a los pacos para poder pasar e ir a mi trabajo. El otro día quemaron unas mediaguas por un ajuste de cuentas, todo porque al tipo le dijeron: encierra tu perro...", relata.

Con todo, Felipe siente empatía por sus vecinos-personajes y entiende las circunstancias sociales que marcan sus vidas. "Algunas no llegaron a tercero básico, yo me siento y fumo con ellas, y les explico cosas, escucho sus historias, comparto sus carencias", dice.

La Faraona

"Ahora veo que a Lola Flores la conocía de niño, desde que escuché su particular tono de voz en aquel rito gitano de 'A tu vera', cuando intentaba comprender el mundo a través del catecismo y de la iglesia -que, como las respuestas de la pandilla, también eran falsas-", dice la crónica "La Faraona", que da título al libro.

Felipe es un seguidor de Lola Flores, pero sobre todo de la poesía que anida en las canciones de la española y de otras exponente de las música popular: "En la pobla me empecé a nutrir de las canciones de la Pantoja, era escuchar el poema y pensar que la Pantoja podía ser mi mamá, porque sufría, o mi vecina. Las letras de las canciones son poemas de Rafael de León, que es el máximo exponente de la copla en España, de García Lorca, así que pongo los poemas a todo volumen y espero que mis vecinas los escuchen y aunque no sepan quiénes son, ya los han escuchado mil veces".