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Valparaíso en la diplomacia

En nuestra historia se han destacado como embajadores y cónsules diversos porteños, pero junto a su actividad diplomática han sido escritores o políticos.
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por Juan Guillermo Prado

Este año los cónsules de Valparaíso están celebrando el bicentenario de la designación del primero de ellos, Michael Hogan, representante de Estados Unidos, el 13 de marzo de 1823; antes de que finalizara aquel año, Gran Bretaña nombró a Christopher Nugent como cónsul general en Chile, con residencia en Valparaíso, y con él a dos vicecónsules. El puerto crecía y se desarrollaba en los inicios de la República, por eso llegaban cónsules de lejanas latitudes y de insólitos lugares.

Con tanta actividad consular, que se extiende hasta nuestros días, ¿los porteños tendrían interés por la vida diplomática? Comencé una búsqueda infructuosa de un tema omitido por quienes han estudiado la historia de Valparaíso. Finalmente Jorge del Real, abogado y genealogista, me dio una pista: "Hay un exfuncionario de la Cancillería que escribió un diccionario sobre los diplomáticos chilenos. El problema es que actualmente vive en Uruguay", me señaló.

¿Qué personajes históricos habría entre ellos? El desafío era grande. Preguntando por aquí y por allá logré encontrar a Álvaro Castellón, quien fue un destacado diplomático chileno, autor de diversos libros de historia de familias nacionales y quien el año pasado publicó, en tres tomos, un "Diccionario de diplomáticos de Chile".

Lo primero que dijo en nuestra conversación fue: "Este libro me tomó años en escribir por el sin fin de datos que tuve que recopilar, pero existe un largo listado de porteños en nuestra diplomacia".

-¿En qué condiciones ingresaban al servicio exterior?

-En los inicios de nuestra diplomacia, muchos ingresaban a los grados más bajos de la carrera, sin continuar en ella. Eran supernumerarios, oficiales y nunca salieron al exterior. Otros sirvieron al país cuando se hallaban estudiando o en comisiones en el extranjero, en calidad de adictos o secretarios en las legaciones. Sin embargo, se dio el caso de quien, sin desarrollar una carrera, sirvió como ministro plenipotenciario: Enrique López Maquieira, nacido en Valparaíso en 1865, quien ocupó ese cargo en el Imperio Austrohúngaro en 1910 y quien antes había sido diputado por Rere y Puchacay. Algunos porteños desempeñaron cargos diplomáticos destacados. Por ejemplo, Miguel Luis Rocuant Sir, quien entre los años 1924 a 1930 fue ministro plenipotenciario en México, después en Bolivia, por último, en forma conjunta en Cuba, Panamá, República Dominicana y Venezuela. Emilio Rodríguez Mendoza, escritor, diplomático de carrera, ministro plenipotenciario en Bolivia, después en el Ecuador, más tarde en España concurrente en Portugal, ascendido en el lugar a embajador en España y Portugal, una vez que se elevó el rango de la misión diplomática chilena allí, después embajador en Venezuela. Ramón Subercaseaux Vicuña, quien fue adicto a legaciones entre 1880 y 1896, después ministro plenipotenciario en Italia y en el Imperio Austrohúngaro, entre 1897 y 1901, y en la Santa Sede en el complejo momento que se produjo la separación de la Iglesia con el Estado, con la aprobación de la Constitución Política de 1925.

En el Siglo XX

Después del recuento anterior, llegamos al grupo de los ingresados al Servicio Exterior en el siglo XX. Hubo varios nacidos en Valparaíso que cumplieron con sus obligaciones para dejar el nombre de Chile con prestigio.

Entre ellos, Eduardo Cristi Oróstegui que ocupó los grados desde oficial a ministro consejero, fue encargado de negocios en Israel entre 1954 y 1957 y se retiró en 1960; Manuel Eduardo Hubner Richardson, quien comenzó como reportero, fue diputado entre 1937 y 1941, se sumó a la Cancillería en 1941 como cónsul y más tarde director de informaciones; Raúl Infante Biggs, encargado de negocios en Italia entre 1939 y 1941, ministro consejero en Argentina; Enrique López Lawrence que se inició en la subsecretaría de Comercio cuando era parte del Ministerio de Relaciones Exteriores y Comercio en 1928, sirvió en Centro América y se retiró en 1943; Humberto Mendoza Bañados ministro de Agricultura en 1946, después cónsul en 1949, llegando al grado de primer secretario entre 1963 y 1966; Eugenio Palacios Bate, reportero, después adicto, cónsul, finalmente Embajador en Israel en 1963; y Luis Rodríguez Marambio en la diplomacia desde 1935, segundo secretario en la Embajada en el Uruguay, fallecido con su esposa en un accidente automovilístico en ese país.

-¿Quiénes a su juicio han sido los diplomáticos porteños más destacados de este último tiempo?

-Enrique Gajardo Villarroel quien inició su carrera diplomática en 1927, fue subsecretario, ministro plenipotenciario en Suecia, embajador en Cuba, Haití y República Dominicana, en México y Uruguay, embajador ante la OEA y fue nombrado Profesor Emérito de la Universidad de Chile en 1981. También se ha destacado Uldaricio Figueroa Plá quien ingresó al grado de oficial en 1958, coronando su carrera como embajador en 1989, especialista en organismos internacionales y es autor de destacados estudios sobre esa materia y ha ejercido como profesor en la Academia Diplomática de Chile y en universidades. Lamentablemente, la lista es larga y no he mencionado a todos los diplomáticos porteños.

-¿Hubo algún Premio Nacional?

-El escritor Edgardo Garrido Merino, quien en 1913 fue nombrado cónsul honorario de Chile en San Feliú, España. Esta designación fue el inicio de una destacada vida consular que lo llevó a distintas ciudades hispanas y Nueva York, que lo mantuvieron lejos de Chile por más de treinta años. Fue Premio Nacional de Literatura en 1972.

-¿Y algún viñamarino?

-En mi búsqueda he encontrado algunos diplomáticos nacidos en la Ciudad Jardín: uno de ellos fue Guillermo Brown Caces, adicto a la Legación ante el Imperio Germánico en 1883, después cónsul general en Australia y Nueva Zelandia entre 1897 y 1906. Hay que agregar a Tomás Amenábar Vergara, quien ocupó todos los grados del servicio exterior, embajador en Indonesia entre 1983 y 1989, embajador concurrente en Brunéi Darussalam y en Malasia, concluye nuestro entrevistado. Pero, junto a la actividad diplomática, destacó como escritor Emilio Rodríguez Mendoza, quien desarrolló un extenso trabajo prolífico en la narración, el periodismo, el ensayo y la política. Su primer libro fue una recopilación de cuentos "Gotas de absintio", publicado en 1895; fue prologado por Rubén Darío, a quien conoció en su paso por Chile. También sobresalió como escritor y pintor Ramón Subercaseaux Vicuña, quien fue parlamentario y sus cuadros están en diversos museos. Fue padre del destacado pintor fray Pedro Subercaseaux, fundador de la Orden Benedictina en Chile.