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Leyendo El Peneca

Tres investigadoras de Valparaíso, Concepción y la Región Metropolitana recogieron las experiencias de quienes crecieron entre las páginas de esta revista literaria ilustrada, una de las publicaciones más importantes en el Chile del siglo XX. El resultado es un libro que explica el impacto que tuvo sobre los lectores a lo largo de sus cinco décadas de circulación. También resalta la trayectoria de su directora Elvira Santa Cruz, Roxane.
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por Marcela Küpfer C.

"Es noche, en el enorme dormitorio de la casona de campo, la luz de la vela o de la ampolleta de 25 w se pierde en las alturas de los muros. Al lado mío, Mimi, mi hermana mayor, lee en su cama con esa tenue luz; un poco más allá, al otro lado del velador, Ximena, mi hermana del medio, también lee. Yo tengo entre 5 y 6 años. Las admiro y también quiero entrar en ese mundo que las absorbe y que las aleja del mundo exterior. Solo existe para ellas lo que tienen entre manos. ¿Qué hay en esas revistas y cuentos de tapas de colores? Solo puedo mirar las imágenes que me cautivan y me hacen soñar con las historias que cuentan".

Los cuentos de tapas de colores que cautivan a la pequeña María Isabel León Estrada, una niña en una comunidad rural cercana a Molina, en la Región del Maule, son las portadas de la revista El Peneca. Es la década del 40 del siglo recién pasado y María Isabel, como miles de niños, jóvenes y adultos chilenos, encontraron en las páginas de esa revista su amor por la lectura.

"Aprendí a leer… y el mundo de la lectura y su magia entraron en mi vida para siempre. Lo primero que comencé a leer por propio interés fue El Peneca", relataría décadas después María Isabel, desde Viña del Mar, a las investigadoras del proyecto "El Peneca: comunidades lectoras", que recoge los testimonios de personas que fueron parte de la inmensa comunidad que se reunió, entre los años 1908 y 1960, en torno a la lectura de la popular revista literaria ilustrada de la editorial Zig-Zag.

El Peneca fue la revista infantil chilena más importante del siglo XX. En sus mejores tiempos, llegó a circular con 280 mil ejemplares semanales, cada sábado, en los kioscos del país. En su larga historia tuvo varias etapas, pero sin duda su época de oro se vivió bajo la dirección de Elvira Santa Cruz (Roxane), quien seleccionó cuentos e historietas que encantaban a los lectores, acompañados de las bellas ilustraciones de Mario Silva Ossa, Coré. Fue tal su éxito que la revista incluso llegó a circular fuera de Chile, a lo largo de Latinoamérica, y en los rincones más remotos del país.

Muchas familias aún atesoran ejemplares de El Peneca. No exageramos al decir que esta publicación marcó a varias generaciones de lectores. Y es precisamente ese impacto de la revista y su influencia en la creación de comunidades lectoras lo que buscaron desentrañar las investigadoras chilenas y doctoras en Literatura Clara Parra (Universidad de Concepción), Paulina Daza (Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación) y Marcia Martínez (Universidad de Valparaíso), quienes entre 2019 y 2021 entrevistaron a decenas de usuarios de El Peneca y hoy publican un libro sobre las experiencias en torno a la revista.

"El origen del proyecto tiene que ver con pensar en las comunidades lectoras, las personas que fueron niñas o niños cuando El Peneca estaba circulando, con el objetivo de contribuir a la historia de la lectura, más que a un análisis específico de la revista en sí", cuenta Marcia Martínez, académica de la UV y una de las autoras de "Infancias y lecturas: El Peneca en Chile e Hispanoamérica".

Sin embargo, a lo largo del proyecto -cuyos resultados se pueden ver en la página web www.elpenecacomunidadeslectoras.cl- las investigadoras se fueron encantando con otros aspectos de la revista, los que quedaron plasmados en los capítulos del libro.

"Inevitablemente nos pusimos a trabajar con la que fue su directora más famosa, Elvira Santa Cruz (Roxane), con el tema de la ilustración y con el trabajo literario dentro de la revista; ahí pudimos también identificar ciertos periodos de la revista que coinciden con los directores y directoras, así como el periodo más recordado, el de Roxane, desde 1932 cuando llega el ilustrador Coré (Mario Silva Ossa) al año 51, cuando ella renuncia", cuenta Martínez.

LECTORES COMO PROTAGONISTAS

Las investigadoras enfocaron su investigación en las experiencias de lectura en torno a El Peneca, para lo cual recurrieron a entrevistas con antiguos lectores. Algunos de ellos contestaron a través de cuestionarios y entrevistas abiertas y otros decidieron escribir sus testimonios, pues la lectura iniciada en ellos con El Peneca derivó también en un gusto por la escritura.

A través de estas conversaciones, las investigadoras descubrieron ritos de lecturas, modos de circulación y expectativas en torno a la publicación.

"La revista fue súper importante en la formación de comunidades lectoras en la gente que nació entre los años 20 y 30, y que leyó entre las décadas del 30, 40 y 50. Esos son los años más importantes. Después de que se va Roxane, la revista cambia mucho y los mismo lectores dejaron de leerla porque ya no era tan atractiva como antes", cuenta Martínez.

"Lo interesante de El Peneca es que la directora Roxane se esforzaba porque la revista pudiera llegar a todos los niños y niñas de Chile, que todos pudieran acceder a ella, por lo que siempre se mantenía el precio bajo, y así nos pudimos dar cuenta de que había gente que era de una estrato social acomodado pero también mucha gente de lo que podríamos llamar clase media e incluso clase obrera que tenía la costumbre de comprar la revista, sobre todo porque la leía toda la familia. Era un relato muy constante que la revista la leía el papá, los hermanos, de los más grandes a los más chicos. Socialmente la revista era muy transversal pero también los lectores eran transversales: podía leerla un niño que estaba empezando a leer o un adolescente e incluso los adultos se interesaban en las historias que ahí aparecían", agrega la académica.

EL GUSTO POR LEEr

La hipótesis inicial de las investigadoras fue que El Peneca había sido fundamental en la creación del gusto por la lectura entre sus usuarios. "Una lectura libre, no la obligada del colegio, sino una lectura de libre elección", apunta Martínez, quien añade que todos los entrevistados concordaron en que la revista había detonado su gusto por la lectura en general y que ese gusto persistió en el tiempo, incluso más allá de la circulación de la revista.

"Esa hipótesis la corroboramos en la investigación con las entrevistas que hicimos. Pero para nosotras el impacto más grande fue cómo realmente estas personas, que no se conocían entre sí, tuvieron una experiencia común que fue la lectura de El Peneca", agrega.

Esta última reflexión no es menor, pues hoy nos cuesta apreciar experiencias tan comunes y tan masivas de lectura, como lo fueron la revista El Peneca o los libros de editorial Quimantú durante los años 70.

Sin embargo, Marcia Martínez no es pesimista al respecto: "Las condiciones de producción, sociales, históricas y políticas del momento en que se imprime y lee El Peneca son muy distintas a las condiciones actuales; un fenómeno como ese no podría realizarse hoy, pero sí existen otros fenómenos que construyen otro tipo de comunidades de lectura, por ejemplo, los libros de sagas, desde Harry Potter en adelante, o también los mangas, que son muy masivos. Y esa es una de las cosas que pasaba con El Peneca: hacer vivir a ciertas personas una experiencia común aunque no estén el mismo espacio. Se crea un espacio de lectura común. Harry Potter es muy potente dentro de una generación, y así también otras sagas que se han estado desarrollando específicamente para el público adolescente y juvenil, lo que es importante porque el público juvenil siempre queda en segundo plano en otras manifestaciones del arte".

"Todas las personas que entrevistamos sentían alta nostalgia y añoranza de esa forma de vivir, de leer, de compartir todos la misma revista, y veían que eso hoy era muy difícil que sucediera, pero por otro lado hoy hay otro tipo de dispositivos en los que se distribuye la literatura e incluso hay diferentes formas de acceder a ella, como los audiolibros. Las comunidades lectoras actuales son muchos más diversas que en la época que nosotras estudiamos, pero tenemos la firme convicción de que existen", agrega la académica.

ROXANE

En las entrevistas de los lectores, dos nombres asomaban como los más recordados: Roxane y Coré, directora e ilustrador de la revista, respectivamente.

"Roxane (Elvira Santa Cruz) fue muy importante dentro de la intelectualidad chilena, pero no ha sido reconocida lo suficiente en el trabajo que hizo", relata Martínez. "Ella comenzó trabajando en el Club de Señoras y en el Club de Lectoras, más o menos por el año 1916, donde empezaron los primeros movimientos feministas de la clase alta. Compartió con Elena Caffarena, Amanda Labarca, Iris… Luego ella trabaja en la revista Zig-Zag como periodista, escribía columnas de vida social y eso era también era muy rupturista para esa época, que ella pudiera tener ese lugar de enunciación. El dueño de la editorial le ofreció dirigir la revista El Peneca. Ella no quería dirigir una revista para niños, quería dirigir una revista revolucionaria, pero se dio cuenta de que una forma de hacer una revolución era a través de la infancia. Le dedicó 30 años a esta revista y paralelamente creó otras, como El Cabrito y Simbad. Ella misma publicaba sus cuentos y redacciones", cuenta Martínez acerca de Elvira Santa Cruz, quien además tuvo un rol como benefactora a través de las Colonias Escolares, que otorgaban vacaciones a niños de escasos recursos.

"Siempre estuvo muy preocupada por los derechos de las mujeres y de la infancia, pero siempre pensando que entre estos derechos estaba el acceso a un capital cultural al que de otra forma no podrían acceder", agrega