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El Cristo en el Espino y otras representaciones

En tiempos coloniales y republicanos, en Limache y Cauquenes se han encontrado inexplicables imágenes del Nazareno, que han sido motivo de veneración.
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por Juan Guillermo Prado

Cuántas imágenes de Cristo en la cruz se habrán pintado o tallado a lo largo de los siglos es una incógnita. No hay artista cristiano que no se haya inspirado en el sufrimiento del Nazareno.

En la parroquia La Matriz, de Valparaíso, está la imagen de Cristo del Fin del Mundo, que según la tradición data de tiempos coloniales. Fue donada por el Rey Felipe II de España tras un ataque del pirata inglés Francis Drake. Aunque originalmente fue destinada a la Catedral de Santiago, la carreta que la transportaba se atascó frente al templo La Matriz en el trayecto a la capital y se quedó allí hasta ahora.

Al respecto, el padre Pedro Nahuelcura, vicario episcopal de Valparaíso, señala: "Se trata de una advocación y una devoción muy querida en Valparaíso porque data de los años 1650 a 1660, y que originalmente estaba en lo que hoy conocemos como la parroquia de La Matriz, la primera parroquia de Valparaíso. Se la llamó Divino Salvador del Mundo y bajo esa advocación se instaló el crucifijo que no tenía la cabeza caída, era un Cristo con la cabeza erguida. Un dato interesante es que con el terremoto y tsunami de 1658 que arrasaron con Valparaíso, la imagen del Cristo y la parroquia La Matriz no sufrieron daño alguno; entonces desde allí se tomó como una tradición, asociada a la devoción de esa imagen de Cristo, y se dice que mientras mantenga la cabeza alta, erguida, vamos a estar librados de las calamidades".

-En un espino en un bosque de Limache, el padre Alonso Ovalle relata en su "Histórica Relación del Reino de Chile" que en un espino había una figura de Cristo crucificado, que se llevó a la parroquia de Renca y más tarde se perdió en un incendio. ¿Por qué el Señor aparece en este contexto?

-Efectivamente, en su primer relato de la "Historia del Reino de Chile", Alonso de Ovalle cuenta las experiencias de la Compañía de Jesús, cómo se fue extendiendo a lo largo de nuestro territorio y cómo se ejercía el Ministerio que se desarrollaba en las distintas misiones, y una de ellas es la presencia de los jesuitas en Limache. Allí se encontraron con una obra tallada en un árbol, en el año 1636, y el autor hace recuerdo de que ese Cristo tallado fue llevado a Santiago para que se le proporcionara más cuidado y veneración, formando así parte de las tradiciones religiosas de nuestro país.

Un texto colonial

Así describe en el texto el padre Alonso Ovalle el Cristo del Espino: "Demos ya fin a esta materia con el prodigioso árbol, que el año de treinta y seis, se halló en el valle de Limache, jurisdicción de Santiago de Chile, en uno de aquellos bosques donde le cortó un indio, entre otros, que fue a cortar para hacer madera para cubrir las casas. Nació y creció este árbol en la forma y figura que aquí diré puntualmente, como lo he visto y observado con toda atención. Cuando se cortó este árbol sería del tamaño de un buen, proporcionado y hermoso laurel, en el cual se ve a proporcionada distancia del nacimiento de la tierra, como a dos estados de altura, atravesada al tronco, una rama o ramas que forman con él una perfectísima cruz; dije rama o ramas porque en realidad, de verdad, jamás puede decirse, aunque lo miré con todo el cuidado y atención que pude, si era una o dos".

El Cristo descrito por el padre Ovalle fue llevado a la parroquia de Renca pero un incendio en el año 1729 arrasó con el templo y la imagen. Con los restos del espino se hizo una réplica que cruzó la cordillera con rumbo al oriente. Sin embargo, el animal que lo transportaba se echó en un paraje y los devotos pobladores construyeron una capilla que poco a poco se transformó en un pueblo que fue denominado como Renca, en recuerdo del lugar desde donde procedía la imagen. Cada 3 de mayo, los devotos de la provincia de San Luis, en Argentina, realizan una multitudinaria peregrinación al santuario de ese Cristo originario de Chile.

Un Testimonio en Cauquenes

Un portento similar al Cristo de Limache ocurrió en el siglo XIX en Cauquenes. Un relato de este fenómeno está descrito por el padre Esteban Fallert, en un libro sobre la historia de la Congregación del Santísimo Redentor en Chile, conocidos como redentoristas.

Para ello utilizó documentación de la época y relatos de testigos que conocieron el prodigio.

He aquí su narración: "A fines de 1835, doña Nicolasa Muñoz poseía el fundo La Casualidad, en Hualve, lugar situado al oriente y a tres leguas de Cauquenes. Un día mandó a un sirviente, Antonio Lara, que fuese a cortar un añoso y grueso espino para fabricar con él un arado. Levantabase el árbol a cincuenta metros de la casa. Pero he aquí que, a cada hachazo del trabajador, salieron del tronco unos como quejidos. Admirado el hombre lo revisó y recorrió los alrededores en demanda del ser adolorido que plañía, y no descubrió a nadie, por lo que reanudó su tarea. Mas, tres veces seguidas, a cada golpe, volvió a percibir los mismos ayes, que no podían ser crujidos de la leña.

"Todo turbado, fue a dar cuenta del extraño suceso a la señora, la cual, con el mayordomo, se encaminó al sitio. En presencia de ellos, el obrero tornó a hachar, y no solo se dejaron oír los mismos gemidos. Sino que del espino empezó a brotar sangre. Sospechando entonces algún portento, la señora hizo aserrar el árbol por la base, y ordenó que lo rajaran con sumo cuidado. A los pocos momentos, apareció el dibujo de dos pies humanos. Y pronto en la parte superior, como el molde de cabeza.

"Asombrada por tal novedad doña Nicolasa prohibió continuar el trabajo y notificó el fenómeno a los religiosos de Santo Domingo. Uno de ellos, el P. Tomenelo, fue a examinar prolijamente el tronco, y reconoció que encerraba un santo Cristo. Sacando astilla por astilla, lo dejaron al descubierto: tenía cerrados los ojos y le faltaban las manos. Una vez desprovisto de su envoltorio de madera, lo llevaron a casa, le esculpieron manos nuevas, y la señora Muñoz le arregló un oratorio y un altar… Poco tiempo después del hallazgo providencial, sobrevino el espantoso terremoto de 1835, y se hundió la casa del fundo, menos la pieza que servía de capilla al Cristo del Espino. La nueva de su protección cundió por la comarca, y confirmó la procedencia sobrenatural de la imagen; desde entonces, el humilde oratorio se convirtió en un centro de romerías donde los vecinos cumplían sus mandas y conseguían numerosos favores…".

La imagen del Cristo del Espino está situada en la iglesia de San Alfonso, en Cauquenes.

cristo de mayo

La mayor expresión a Cristo crucificado desde tiempos coloniales está en la iglesia de los agustinos en Santiago de Chile, con el Señor de la Agonía o Cristo Mayo que nos recuerda el horroroso terremoto que asoló al país el 13 de mayo de 1647, que derribó cuanto inmueble o iglesia en la capital del Reyno, salvo la cruz con el Señor Crucificado y desde esa fecha salvo algunas interrupciones recorre las calles céntricas de la ciudad.

el sudario

Finalmente, consultamos al padre Nahuelcura su opinión sobre el Santo Sudario de Turín y respondió: "Si bien la Iglesia nunca se ha pronunciado sobre la veracidad de esta pintura que se guarda rigurosamente en la Catedral de Turín, no atenta en nada contra nuestra fe, al contrario, la confirma, y además corrobora los relatos de los Evangelios. Por lo tanto, en lugar de restar, se constituye como un elemento de ayuda pedagógica que revela toda una catequesis, un simbolismo que no atenta contra la fe. Y, por último, creo que el sudario nos ayuda a confirmar que nuestra fe no está allí, en esa obra propiamente tal, sino más bien en la persona de Jesucristo, que murió y resucitó por cada uno de nosotros. Y, tanto los testimonios de los Evangelios como las pruebas físicas, químicas y tecnológicas que se le puedan realizar al sudario, sostienen y alimentan esa fe.