El silencioso trabajo de los restauradores del Palacio Vergara
En uno de los salones del edificio que alberga la colección del museo municipal de Bellas Artes de Viña, un grupo de profesionales trabaja en la mantención y recuperación de valiosas obras y sus marcos. Las malas intervenciones realizadas en el pasado, roturas y hasta termitas son las principales amenazas.
Una bella imagen de la Magdalena penitente, con el torso descubierto y sus manos entrelazadas sobre las Escrituras, asoma en un cuadro de gran dramatismo, datado en el siglo XVII o XVIII y atribuido al pintor italiano barroco Angelo Barbieri (o Angelo Trevisani). La imagen, un óleo sobre lienzo de un metro de alto por 74 cm de ancho, aún no está expuesta en ninguna sala de arte, sino que descansa sobre un mesón en el taller de restauración del Museo Palacio Vergara de Viña del Mar. Pronto, la Magdalena penitente de Barbieri pasará a la sala de exhibición de pinturas religiosas del museo, donde se encuentran obras europeas de la temática, algunas tan antiguas como un óleo sobre tabla del siglo XV.
Antes de llegar a la sala, la Magdalena ha sido sometida a un delicado proceso de recuperación, según explica Claudia Farías, licenciada en Arte y experta en restauración de obras, quien es parte del equipo del museo dedicado a esta importante pero no siempre reconocida tarea.
La profesional señala que, antes de ser restaurada, la obra evidenciaba una gruesa capa de barniz, oxidado ya con el paso del tiempo, la cual ocultaba sus bellos detalles: el dócil movimiento de las manos, la transparencia y el brillo de las uñas y los finos surcos de la piel, hoy nuevamente visibles tras el proceso.
Claudia Farías, Amanda Núñez y Enrique Ávila son parte del taller de restauración del Museo Palacio Vergara de Viña del Mar, institución que custodia el patrimonio pictórico de la ciudad, herencia de la familia Vergara y complementado por diversas donaciones que han constituido una de las colecciones de pintura europea y chilena más importantes del país.
Claudio Vergara, director del museo, explica que alrededor de 200 de las más de 500 obras de la pinacoteca viñamarina están en exhibición. El resto se encuentra almacenado dentro de un bien custodiado y climatizado depósito. No obstante, dada la antigüedad y el tratamiento que han recibido las obras a lo largo del tiempo, muchas de ellas requieren restauración o mantención y allí cobra importancia la labor del taller, ubicado en uno de los salones del palacio, sin acceso a público.
"retoques"
Claudia Farías se encarga principalmente de la restauración de las telas. Explica que los principales daños se han producido durante el proceso de reentelado de los cuadros (técnica que se aplica cuando el soporte de la pintura está dañado) o en la aplicación desmedida de barnices, así como sobrepintados realizados sin mucho cuidado, que han afectado las obras. No hay traza ni registro de estas intervenciones anteriores, por lo cual la profesional debe buscar concienzudamente las pinturas originales para recuperar el valor de estas.
La restauradora relata casos complejos, como el hallazgo de insectos debajo de capas de barniz o el efecto del humo del cigarrillo que alteró la luminosidad de las obras que, durante décadas, estuvieron expuestas en el Casino de Viña del Mar.
Como ejemplo, Farías muestra una espléndida marina del pintor inglés Thomas Somerscales, que se encuentra en medio del proceso de restauración. En la foto que acompaña esta crónica se puede apreciar claramente cómo una capa de barniz amarillento, con que fue cubierta en algún momento la obra, opaca sus colores. Con mayor detalle se pueden apreciar también los repintados que alteran la delicada paleta del artista.
Con solventes, explica la profesional, se van retirando los elementos extras y recuperando la pintura original. "Somerscales ocupaba muy buenos materiales, lo que nos permite sacar lo que sobra y llegar a lo que está abajo", señala.
Los marcos
Si la restauración de los lienzos requiere de un arduo trabajo, también lo amerita la conservación de los marcos, muchas veces tan monumentales como las obras que contienen.
Quien se especializa en dicha tarea es Amanda Núñez, profesional que actualmente se encuentra restaurando el imponente marco de un Somerscales.
"Los marcos más antiguos son de madera, están tallados y tienen una terminación o acabado de oro a la hoja", explica la profesional.
Las principales amenazas que afectan a los marcos, indica Núñez, son los xilófagos (insectos comedores de madera, como las termitas); las pérdidas de fragmentos o roturas; y, por supuesto, las malas intervenciones.
En este último aspecto, Amanda Núñez muestra, en el cuadro en que trabaja, cómo la aplicación de purpurina (pigmento brillante en polvo) con laca a la piroxilina, utilizada anteriormente para recubrir el marco, han terminado afectando el delicado pan de oro. "La purpurina se oxida porque son aleaciones metalizadas y eso deja un tono verdoso en el marco", explica. Pero el daño se puede recuperar.
En cuanto a las termitas, la madera se somete a un proceso de desinfección que no afecte la policromía y, por supuesto, tampoco al lienzo, mientras que las pérdidas son reemplazadas con réplicas de yeso.
"La idea no es dejar el marco como nuevo, sino que se vea también el paso del tiempo. El marco complementa la obra, ayuda a la refracción de la luz, incide sobre la superficie de la pintura", explica la especialista, mientras termina de dar los últimos toques al imponente borde dorado que contiene al Somerscales.