El Club del Arpa, maestros y luthiers al fino sonido eterno
Enclavado en Playa Ancha, el arte de este instrumento esta lejos de silenciarse. Allá suenan cuerdas y voces que dan vida a actividades y talleres para todas las edades.
Quebrada abajo. Declive y aquella larga escalinata que conduce al final de una calle en la República Independiente de Playa Ancha.
Silencio en el pasillo. Hasta que plácidas notas salidas de un peculiar artefacto musical susurran algo bello al oído, como al compás de un "bienvenido".
La factoría familiar asoma en su esplendor: la Asociación Artística de Arpistas (de Chile) V Región Expo Arpas. Una agrupación que nació con pocas ambiciones, pero que ahora busca impulso. Hacer ruido, como este instrumento triangular de cuerda pulsada. Estructurado además por un marco resonante y cuerdas tensadas entre la sección inferior y la superior, cuyo origen se remonta hace 3500 años al Asia y África.
Germán Zárate, a sus 66 años de edad, es aquí su presidente. Rebobina al pasado inmediato: "Primero hicimos un diagnóstico en Valparaíso: llegaron muchas arpas del extranjero a raíz del carácter cosmopolita de la población porteña". Así, encontraron una veta con una vibra: potenciar los talleres de arpa. Tanto en el Marítimo como en esta residencia se imparten las clases. "Pero además estoy en una re búsqueda con los viejos que saben de esto", agregó.
Zárate, quien aprendió este arte a los 17 años en el Deportivo Playa Ancha y hoy da vida además a la Casa Taller (del arpa) en el primer sector playanchino, acota: "Queremos rescatar el sentimiento del arpa chilena. Ser capaces de integrar a la gente mayor que no tiene espacio físico para ir a tocar". Así, dice el presidente de la Asociación, lograron por las suyas realizar el primer encuentro de Arpistas de Chile en Valparaíso, el 2015. Ahora saca pecho, y nombra el lugar: en el Salón Plenario en el Congreso Nacional. "Prendió el asunto porque fue bien difundido, trajimos gente de Calama, también a dos niñas de Villarrica conocedoras de este arte".
En estos momentos, tienen a 15 seguidores y 27 miembros activos en esta asociación que posee personalidad jurídica. Los socios aquí son arpistas que tienen una idea en el corto plazo: hacer la Escuela del Arpa. "Un sueño".
Así como otro: "Estoy en una re-búsqueda con los viejos que saben de esto". Y en eso, una persona especial que en el Encuentro Juvenil del Arpa del 2017 se acercó a marcar impronta al legado: Juana González, más conocida como "Juanita", de 94 años, de Playa Ancha, quien, a juicio de Zárate, se maneja en la temática como la más excelsa de las profesionales a las cuerdas. "Me gustaría hacerla participar de próximos proyectos, desde la lutheria a talleres y expresiones en eventos masivos", desliza expectante a la eventual hazaña.
Maestría luthier
El arpa chilena proviene del tiempo de la colonia. En realidad, vino por los portugueses. Ya en Sudamérica fluctuaron primero en Paraguay y luego Argentina, en los campos de Misiones, propias de los Jesuitas. Allí un lutier lusitano introdujo el arpa, algo en lo que enfatiza Zárate a la historia.
Acá los lutieres locales le dieron su formalidad: el aparato es más parado que las otras. Se diferencia en la abertura que es más específica, con un sonido más grueso debido a las maderas nativas criollas.
Un luthier o lutier, es aquel que construye, ajusta o repara instrumentos de cuerda frotada y pulsada. Labra destreza con extrema precisión. Arpas, las hay chilenas de un siglo -y paraguayas más grandes- hechas con finas madera nativas de ciruelillo, alerce y mañío, traídas de Los Ángeles, región del Maule.
De allí es oriundo Gregorio Pérez Retamal, profesor normalista, "de los antiguos", recalca, y que se califica como autodidacta al arpa en un susurro que no abandona. De barba poblada y gestos propios de un zen, los 78 años a cuestas relucen con actitud. "Aprendí como ayudante con un lutier en Viña del Mar el confeccionar arpas", cuenta el instrumentista que radica en Playa Ancha y podría ser considerado pronto con el título de "patrimonio porteño".
Hoy narra que está a cargo de talleres de arpa en el Instituto Marítimo Valparaíso con los clubes de cueca. Desde 2014, labora con escuelas municipales de Valparaíso. Lo suyo: cursos de primero y segundo medio. "La idea es que aprender a tocar tonadas y luego melodías más avanzadas".
Antes, supo de otros talleres al arpa en la población Montedónico: laboró con niños y niñas vulnerables. Además de recordar aquellas entrañables giras por Chiloé, Puerto Montt y Linares con su conjunto Tierra Larga. Don Gregorio se sumerge de nuevo en su instrumento de raulí rojo, maderas que laminan porque vienen gruesas. "Tres milímetros para que queden delgadas", ajusta. "Yo hago todas las piezas. Las cuerdas se traen del exterior, de Paraguay; al haber pocos arpistas las casas musicales no traen cuerdas porque no son negocio", revela don Gregorio Pérez mientras in crescendo saca el último ruido al arpa.