Belén Velásquez N. - La Estrella de Valparaíso

La tragedia de Ámbar no sólo conmocionó a un país completo, sino que además despertó los peores recuerdos de impotencia y sufrimiento en los familiares de las víctimas de Hugo Bustamante en 2005: su pareja de ese entonces, Verónica Vásquez, y el hijo de ésta, Eugenio Honorato, de sólo 9 años.

Ambos fueron golpeados por el ahora imputado en el crimen de la adolescente. A Verónica además la degolló para luego introducirlos en un tambor y enterrarlos con cal en el patio de su casa. Un horrendo hecho que trajo a los fantasmas del pasado.

Alicia Oporto es sobrina de Verónica y desde que supo de la desaparición de Ámbar, temió lo peor.

"Siempre nos sentimos solos y más cuando le dieron la libertad condicional porque no se nos consideró en esa decisión, nadie se preocupó de cómo íbamos a estar nosotros con la libertad de este sujeto sin tener dinero para pagar un abogado y sin poder recurrir a la justicia y acercarnos a alguien para que nos ayudara con lo que nosotros sentíamos con la pérdida de nuestra familia", confesó Alicia.

"no nos escucharon"

"Esto lo hemos revivido una y otra vez con el caso de Ámbar. Hemos estado pensando en nuestra tía y en nuestro sobrino porque jamás se hizo justicia. Él /Hugo) tuvo que asesinar a otra persona para que se removieran los recuerdos y todo el daño que hizo antes, es muy injusto. La voz de las víctimas no se escucha, las víctimas son las personas que ya no están con nosotros: mi tía Verónica y mi sobrino Quenito, pero hay una familia que queda con el dolor para siempre y que se revive una y otra vez".

Alicia es fuerte en decir que "quiero que la familia de Ámbar tenga la justicia que nosotros no tuvimos. Que el miedo que sentimos por años esperando que volviera a asesinar a otra persona se haya cumplido, es una tortura".

En ese sentido, la familia de Verónica y Quenito recurrieron a la abogada Jeannete Bruna, quien buscará ante la justicia que "se revoque la libertad condicional del sujeto para reparar el mal causado a las víctimas y también a la sociedad", dijo Bruna.

"Queremos que esto no quede impune una vez más, queremos que se revierta cualquier decisión que antes se tomó injustamente", cerró Alicia.

Pasado el ruido de los medios de comunicación y los equipos de búsqueda, los vecinos de calle Covadonga comienzan la reflexión en torno al caso que los mantuvo en vilo ocho días.

Covadonga amaneció sin tanto ruido después ocho días en que fue el centro noticioso de la Región de Valparaíso. Y es que tras la desaparición de Ámbar Cornejo, medios de comunicación, voluntarios y fuerzas policiales se volcaron en la búsqueda y posterior aparición de su cuerpo, hecho que trajo una marcha de más de 500 personas pidiendo justicia por su crimen.

Ayer todo está más silencioso, no hay matinales, ni drones rondando la zona. Solo quedan las velas derretidas en las afueras de la casa de Ámbar, algunas cámaras y personas que dejan letreros o simplemente se quedan en silencio frente al altar improvisado levantado por los asistentes a las distintas reuniones que han seguido su caso.

Por su parte los vecinos se asoman de vez en cuando, miran hacia la casa, observan el poco personal de prensa y vuelven luego a entrar. Bajo un fuerte sol algunos salen a comprar, otros pegan más carteles en las afueras de sus hogares. Camino a la casa de Bustamante, en la última ruta caminada por la chica, queda el rastro del sentir de la gran mayoría de vecinos.

Dicho anhelo es bien dispuesto por Cecilia Muñoz, dueña de un almacén ubicado a metros del sitio del suceso. Al consultar la sensación un día después del hallazgo, esta se emociona, resulta difícil hablar después del shock. "Aparte de rabia e impotencia, también me siento culpable. Creo que si todos los vecinos hubiéramos entrado a la fuerza a la casa el primer día, a lo mejor habríamos logrado algo (...) ese hombre no debió haber vivido acá", contó.

Además afirmó que durante estos días "miraba a mis hijas, a sus pololos, a mis sobrinos salir a buscar. El stress fue horrible". Consultada sobre qué sensación percibe en sus vecinos, expuso que "esta comunidad es muy unida, y quedó esa sensación de no haberla podido salvar".