Por el mar llegó la fiebre amarilla
Esta peste habría surgido hace unos tres mil años en las selvas de África, viajó a puertos de todo el mundo y en Tocopilla, el año 1912, dejó como ominoso recuerdo casi 400 tumbas.
Fue tan terrible la plaga que sus habitantes abandonaron el poblado. Un informe del gobierno boliviano señaló: "Tristes gemidos salían de las casas y los cadáveres se amontonaban en el panteón". Hoy solo quedan sus ruinas cercanas a una caleta de pescadores.
La peste también afectó a Pisagua, en territorio peruano. El cónsul chileno en Arica informó a la cancillería: "En el pequeño puerto de Pisagua, que contaba con novecientos habitantes, apenas quedan trescientos. El resto ha desaparecido en dos meses con la fiebre amarilla y se fue ese flagelo llevándose ocho o diez diarios, siendo la mayor parte individuos de nuestra nacionalidad".
La fiebre amarilla es una peligrosa enfermedad que se inicia con la picadura de un mosquito llamado Aedes aegypti. Aparece como una gripe común con síntomas de dolor de cabeza, fiebre, dolor muscular, náuseas y vómitos. Aproximadamente el 15 por ciento de los pacientes no mejora, sino que se agrava con síntomas tales como fiebre alta, ictericia, hemorragia interna, convulsiones, shock e insuficiencia orgánica, para llegar finalmente a la muerte.
La mitad de los contagiados graves fallecían. Su nombre se debe a la coloración amarillenta de la piel y mucosas debido a un aumento de la bilirrubina, que se acumula en los tejidos.
Este puerto fue fundado en 1843 para el embarque de minerales, especialmente de plata, procedentes del yacimiento de Caracoles, situado en pleno desierto de Atacama a 2.860 metros sobre el nivel del mar.
En 1912, Tocopilla era un puerto floreciente y la vida bullía en sus calles. Mucho comercio, hoteles, prostíbulos, cantinas y hasta fábricas de licores. En las cercanías, las oficinas salitreras trabajaban sin descanso y en su bahía fondeaban navíos de diversas banderas.
Pero la tragedia llegaría por mar. El 20 de enero de 1912 zarpó desde Guayaquil un navío británico llamado "Cóndor". En ese ardiente puerto ecuatoriano hacían estragos la fiebre amarilla y la peste bubónica, además "de los mosquitos que desgarran al igual que las fieras la carne humana".
En la nave, un marinero comenzó a sentirse mal y rápidamente enfermó. Al desembarcar el 28 de enero, el enfermo fue diagnosticado equivocadamente de fiebre tifoidea. Fue llevado al Hospital de Caridad Juan Salvador de Dios, inaugurado a fines del siglo XIX.
A los pocos días, quienes habían concurrido al establecimiento comenzaron a tener fiebres altas, dolores en el cuerpo y vómitos sanguinolentos. Más tarde, la piel se tornaba amarilla, el hígado y bazo hinchados. Los enfermos se agravaban con hemorragias, convulsiones e insuficiencia orgánica. Agónicos, solo había que esperar la muerte.
No se sabía qué dolencia afectaba a los contagiados. En el mes de marzo murió una veintena de enfermos. Era una peste desconocida. Solo a fines de ese mes el doctor Vicencio Carrasco dictaminó que se trataba de fiebre amarilla.
Para librarse de la peste, muchos huyeron a otras zonas del país. Más de dos mil de los 5.500 pobladores abandonaron el puerto.
Para evitar contagiarse, los habitantes salían envueltos en gasas, con polainas y guantes, con el fin de evitar las picaduras de los zancudos. En las ventanas de las casas se ponían rejillas para impedir el paso de los mosquitos y se encendían fogatas para eliminarlos. La peste avanzaba a diversas oficinas salitreras como Iberia, Santa Isabel, Peregrina, Santa Ana, Santa Fe y Coya.
Muchos abandonaron sus hogares; en la playa se instalaron campamentos improvisados y un cronista escribió: "La colonia española residente se aisló en un campamento que construyó en la quebrada El Salto el día 26 de abril, zona que en esa época distaba bastante de la ciudad."
En sesión del 22 de abril, el Senado aprobó un proyecto de acuerdo para declarar infectado por fiebre amarilla, por dos meses, el departamento de Tocopilla y se sancionó una ley para invertir hasta 200 mil pesos, para combatir las enfermedades infecciosas y financiar el servicio sanitario del país.
El gobierno envió una comisión a cargo del inspector sanitario doctor Pedro Lautaro Ferrer, quien fue acompañado por tres estudiantes de medicina. Se encargaron de la fumigación con azufre, colocar petróleo en los depósitos de agua para extinguir -por falta de aire- las larvas de los mosquitos, comprobar las denuncias y aislar los enfermos.
Luego fueron reemplazados por otro grupo de estudiantes, entre quienes estaba Marcos Macuada Ogalde, fallecido el 21 de junio de 1912, luego de contraer fiebre amarilla. Actualmente, el hospital lleva su nombre.
El 29 de mayo de ese año, el Presidente de la República Ramón Barros Luco envió al Senado un proyecto de ley que, en sus considerandos, señalaba: "Los fondos autorizados por ley N° 2.653, de 25 de abril último, para combatir las enfermedades infecciosas y atender a los demás gastos originados por el servicio sanitario del país, se han agotado totalmente en la adopción de medidas tendientes a extirpar la epidemia de fiebre amarilla en Tocopilla.
"La aparición de esta enfermedad en las provincias del norte importa una situación en extremo grave para el estado sanitario de esa importante región.
"Se ha comprobado científicamente la presencia del mosquito transmisor de la fiebre amarilla en los puertos de Antofagasta, Taltal y Tocopilla y en la pampa del Toco. Este hecho, conjuntamente con la existencia de casos de fiebre amarilla en el departamento de Tocopilla, hace temer que si no se toman medidas para combatir esos dos factores de la propagación de la enfermedad, puede ella extenderse a otras poblaciones de la República…".
En el mensaje presidencial además se hacía referencia a la "peste bubónica que se ha hecho endémica en los puertos del norte" y señalaba que "la viruela se desarrolla en forma alarmante en muchas localidades del país".
Con la llegada del invierno y las labores de prevención, el médico Pedro Lautaro Ferrer anunció el 1 de julio de ese año que la peste estaba controlada.
Sin embargo, el 3 de septiembre de 1912 se promulgó, por parte del Presidente Ramón Barros Luco, la ley N° 2.687, que señaló: "Se autoriza al Presidente de la República para invertir hasta la suma de doscientos mil pesos ($200,000) en la adopción de medidas para combatir las enfermedades infecciosas y en los demás gastos originados por las mismas i para el sostenimiento del servicio sanitario del país, debiendo aplicarse hasta la cantidad de cien mil pesos ($100,000) a las medidas destinadas a prevenir y combatir la epidemia de fiebre amarilla y hasta la suma de ochenta y tres mil cuatrocientos pesos ($83,400) al pago de cuentas pendientes imputables a los servicios a que se refiere esta ley".
La fiebre amarilla causó, en 1912 en Tocopilla, más de mil cien enfermos y 394 muertos; en las oficinas salitreras, 134 enfermos y 46 fallecidos; y un caso en Antofagasta. En 1920 se declaró erradicada esta peste de nuestro país.
Un trágico recuerdo en las costas del norte
Juan Guillermo Prado
¿Qué será peor: un terremoto o una epidemia mortal? La respuesta la conocieron los habitantes de Cobija, un desaparecido puerto de la costa de la Región de Antofagasta. Antes que fuera ocupado por Chile, este lugar, fundado por iniciativa de Simón Bolívar en 1825, perteneció a Bolivia. Fue afectado por un terremoto en 1868, que destruyó la mitad de los edificios, y por una epidemia de fiebre amarilla de 1869.
Aparece en Tocopilla
Un mártir de la medicina
Leyes para Combatir la Peste
EL MOSQUITO Aedes aegypti TRANSMITE LA FIEBRE AMARILLA.