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Sarampión: un peligro potencial

En nuestro país, miles de niños murieron por causa de esta peste. Un médico que lo combatió a comienzos del siglo XX afirmó: "Nos ha llevado a una generación entera". Por ello se fundó el primer hospital de infantes en Chile.
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Por Juan Guillermo Prado

Hasta la introducción de la vacuna en 1964, el sarampión o alfombrilla asesinó a miles de niños en nuestro país. Una descripción de lo que podría haber sido el sufrimiento causado por este mal a comienzos del siglo pasado está descrito así: "El niño murió de sarampión. Todos sabíamos que en el hospital, si hubiera existido, se habría curado, pero los padres no tenían dinero y el niño sufrió una muerte lenta y dolorosa".

El sarampión, una enfermedad sumamente contagiosa, es provocada por un virus y se transmite por el aire. Los síntomas incluyen fiebre y tos, así como terribles erupciones en la piel. Normalmente, la fiebre se presenta antes que las pústulas; con la aparición de estas, la fiebre puede aumentar hasta los 40 o 41 grados Celsius.

El sarampión fue una enfermedad endémica en América. En nuestro país hay antecedentes de su presencia en las actas de los cabildos de pueblos y ciudades coloniales. Los más afectados eran los niños con altas tasas de mortalidad.

En la botica de los jesuitas, la más completa en aquella época, se recomendaba contra este mal la tintura de azafrán y la corteza de quina, un árbol originario de la selva amazónica peruana. Más tarde se le combatió con baños con vinagre, pero igual los niños morían.

En la descripción de la provincia de Valparaíso, en el Anuario Estadístico de 1869, se afirma: "Y así sucede que la primavera es la época más enfermiza y de las perturbaciones más peligrosas de la salud. En ella se han observado con frecuencia la gripe, el sarampión, la escarlatina, las fiebres malignas y otras enfermedades del mismo orden patológico".

El libro "Medicina doméstica de la infancia, o sea consejos a las madres sobre el modo de criar, cuidar, educar y curar a sus hijos por sí mismas", publicado en Santiago en 1877 y escrito por el doctor Wenceslao Hidalgo, la cataloga como una de las fiebres eruptivas de la primera infancia.

Señala cómo debe ser tratado: "El sarampión simple y regular basta permanecer en cama en una pieza a regular temperatura, observar dieta y tomar bebidas sudoríficas… Los síntomas por parte de la garganta se combatirán por medio de las gárgaras emolientes y calmantes; y para el catarro y la tos, se dará infusiones de flor de malva, violeta, saúco, endulzadas con jarabe de goma, de altea, de violeta…".

Velorios de Angelitos

En 1890, Teodoro Child, periodista norteamericano de la revista "Harper's Magazine", escribió sobre los velorios de angelitos diciendo que eran tantos que podían llegar a suspender las actividades laborales durante un buen tiempo: "En una aldea que visité, donde una epidemia de sarampión les había dado una media docena de angelitos, no se trabajó por cerca de tres semanas en varias millas a la redonda".

El médico Ricardo Dávila Boza en 1899, en la Revista Chilena de Higiene, se refirió proféticamente a la mortalidad infantil: "Hoy en Santiago para combatir desde luego de una manera real y eficaz la horrenda mortalidad de párvulos, la principal de todas las medidas es única y exclusivamente, sin llegar a la más mínima duda, la fundación de un hospital especial para niños. Cada día que pasa nos conformamos de que con una mediana atención podría salvarse las tres cuartas partes de los niños que perecen miserablemente abandonados en sus enfermedades".

Y así ocurrió. En el mes de noviembre de 1899, el sarampión o alfombrilla apareció con fuerza en Santiago afectando mayoritariamente a los niños de los sectores más vulnerables. En los meses siguientes hubo casos entre La Serena y Concepción.

Como había llegado el verano se cree que el desplazamiento de temporeros en las zonas agrícolas transmitió la peste en el valle central. Los enfermos aumentaban y a ellos se sumaba la aparición de coqueluche y difteria, agravando aún más la situación sanitaria de los menores.

$100.000 para Combatirlo

El 25 de octubre de 1900, el Presidente Federico Errázuriz envió un proyecto de ley que señalaba en sus considerandos: "El desarrollo que ha tomado la epidemia de la peste alfombrilla, sarampión y otras enfermedades infecciosas, obligan al Gobierno a solicitar del Congreso Nacional los fondos necesarios a fin de adoptar medidas para combatirlas. Comunicaciones de diversos puntos de la República anuncian la aparición de dichas epidemias en distintas localidades y solicitan auxilios para extinguirlas, auxilio que no ha sido posible conceder por falta de recursos. A fin de evitar que las mencionadas enfermedades adquieran mayor propagación y poder contribuir a su exterminio, vengo en someter a vuestra deliberación, el siguiente proyecto de ley: 'Se autoriza al Presidente de la República para invertir hasta la suma de cien mil pesos en adoptar medidas destinadas a combatir las enfermedades infecciosas'".

Al día siguiente, El Mercurio de Santiago, informaba que "en 23 días la alfombrilla ha hecho aumentar en mil el número de niños fallecidos en el mismo período".

El doctor Leopoldo Belloni P., en su "Contribución al estudio de la epidemia de alfombrilla de 1900 en Santiago", afirma que habrían fallecido en la capital cerca de 4.000 niños y no menos de 10.000 en toda la república. En esa misma época habrían padecido la enfermedad en Santiago alrededor de 40.000 niños y 60.000 en todo el territorio.

Antes de un mes, el 15 de noviembre, se publicaba en el Diario Oficial la ley N° 1.379 que autorizaba gastar la suma de dinero pedida para el combate del sarampión.