Vacunación en Chile: una historia de 3 siglos
Todavía hay personas que desconfían de las vacunas pero ellas han logrado erradicar del país plagas como la viruela y la poliomielitis.
Por Juan Guillermo Prado
La prensa internacional en estos días ha manifestado sus elogios al proceso de vacunación en Chile. Según diversas fuentes, somos el país líder de América Latina con mayor cantidad de dosis suministradas por cada cien personas. Incluso superamos a Canadá, la Unión Europea, Rusia, China y otras naciones desarrolladas.
Es que tenemos una larga tradición en materia de inmunización. Al respecto en nuestra historia han sucedido hechos insólitos. Llegada con el conquistador español, en tiempos coloniales, la viruela era una de las causas de muerte más frecuente en este alejado territorio del Imperio español. Esta enfermedad no hacía distinción de raza, edad o condición social. Fue más mortífera que los terremotos o la Guerra de Arauco que duró tres siglos.
El médico y diputado Adolfo Murillo en 1883, en un debate en el Congreso Nacional sobre la ley de vacunación obligatoria, señaló: "La viruela era uno de los azotes más temidos en los pasados siglos, fue traída por los españoles a América desde los primeros años de la conquista, y Chile ha sido uno de los países que más tributo le ha pagado. No fueron por cierto, los arcabuces de los españoles, ni sus afilados sables los que más víctimas hicieron entre los bravos araucanos durante la dilatada epopeya de la conquista; no fueron tampoco las alineadas columnas de sus ejércitos ni sus aguerridos soldados los que pusieron miedo a esos heroicos indígenas… Lo que les infundió pavoroso espanto… fueron las epidemias de viruela que arrasaban sus filas y paralizaban su indómito empuje. La viruela fue el peor azote y el mayor enemigo de los legendarios defensores del suelo chileno".
Sin embargo, sus argumentos no fueron convincentes y esa ley fue rechazada por una mayoría parlamentaria pues consideró que era más importante la libertad individual que la vacunación obligatoria. En aquel tiempo morían anualmente más de cinco mil personas de esta peste y quienes sobrevivían quedaban con la cara desfigurada por las marcas de las pústulas desarrolladas durante la infección.
Los Inicios de la Vacunación en Chile
Pero el combate a este mal había comenzado un siglo antes. En 1765 fray Pedro Manuel Chaparro inició inoculaciones con pus de las pústulas de los variolosos para prevenirla. Fueron unas cinco mil personas las que recibieron la vacuna y ninguna murió.
Se adelantó en treinta y un años al médico británico Edward Jenner quien, en 1796 descubrió la vacuna al observar a las personas infectadas de viruela por ordeñar el ganado vacuno. En 1805 el padre Chaparro, en la puerta de la Catedral de Santiago, inmunizó a unas ocho mil personas y en 1808 llegó el médico Manuel Grajales enviado por el rey de España quien vacunó en Valparaíso, Santiago y otras ciudades del valle central.
En el transcurso del gobierno de José Miguel Carrera, hubo una campaña para vacunar contra este flagelo. Así lo indicó "La Aurora Chile" que en sus páginas señaló: "Durante el último mes de abril han logrado preservarse de la viruela por el remedio de la vacunación, suministrada sin costo alguno en las casas consistoriales" y en el mismo periódico se convoca a la vacunación a quienes se hayan "expuesto al estrago mortífero de la viruela natural".
Un Decreto Obligatorio
Pero la vacuna no era obligatoria. El temor, la ignorancia y el desconocimiento hacían que muchos huyeran o escondieran a sus seres queridos cuando los diversos gobiernos emprendían campañas de vacunación.
En el año 1887, el presidente José Manuel Balmaceda, por decreto, obligó que fueran vacunados los recién nacidos. Fue quizás el comienzo de su impopularidad que desembocó en 1891, con una cruenta guerra civil.
En 1887 el médico José García Quintana, tras haber estudiado en Bélgica, creo el Instituto de Vacuna Animal, que funcionó en la Quinta Normal de Santiago, su propósito fue desarrollar vacunas para evitar la propagación de la viruela y otras enfermedades.
Sin embargo, hubo mucha oposición a las vacunas, la voz más representativa correspondió al pintor Alfredo Helsby quien, luego de diversos debates en la Sociedad Científica de Valparaíso, publicó el libro "Fracaso de la Vacuna por Inútil y Desastrosa".
En 1918 se dictó el primer Código Sanitario del país y en uno de sus artículos se dispuso la creación del Instituto de Higiene que tuvo entre sus propósitos "preparar las vacunas, sueros y demás agentes biológicos de análoga naturaleza" y se estableció la Oficina Central de Vacuna pero en la época solo existía la vacuna antivariólica, esto es contra la viruela.
Producción de Vacunas
La situación varió notablemente al poco tiempo. En su mensaje presidencial de 1923, el Presidente Arturo Alessandri Palma expresó: "El Instituto de Higiene ha continuado elaborando los sueros y vacunas necesarios para el servicio de previsión contra las enfermedades infecto-contagiosas; entre ellos, el suero anti-diftérico: las vacunas anti-rábica, variólica y tífica, tubercuilna, etcétera, en forma tal que no ha habido necesidad de recurrir al extranjero".
En 1929 se fundó el Instituto Bacteriológico que produjo vacunas contra la escarlatina y otras contra infecciones bacterianas. Esta entidad fabricó vacunas por más de una década hasta el descubrimiento de la penicilina y el desarrollo de otros antibióticos.
En esta materia los hitos más importantes son la vacunación contra la difteria y la tos convulsiva. Por la desconfianza en la población de las vacunas, uno de los primeros inyectados fue el presidente Gabriel González Videla.
En los años '60 se estableció la lucha contra el sarampión y la poliomielitis. En 1978 se instauró con un Programa Nacional de Inmunizaciones que ha contribuido notablemente a la disminución de la mortalidad infantil.
Hoy este programa tiene un variado y extenso método de vacunación que se inicia con los recién nacidos al vacunarlos contra la tuberculosis y la hepatitis B; meses después son inmunizados contra la difteria, el tétanos y la tos convulsiva y cuando han cumplido un año son vacunados contra el sarampión, la rubeola y la meningitis.
A medida que van creciendo los inoculan contra la hepatitis A, la varicela y la fiebre amarilla. Cuando son escolares los revacunan de algunas de las enfermedades mencionadas y de infecciones por el virus del papiloma humano. A las mujeres embarazadas contra la difteria, el tétanos y la tos convulsiva y a los mayores de 65 años contra la influenza y ahora se ha comenzado a vacunar contra el COVID-19.
Sin embargo, en nuestro país sólo se han erradicado gracias a las vacunas: la viruela en 1954 y la poliomielitis en 1975. Todo el resto de las pestes podrían aparecer en cualquier momento.
1887
el Presidente José Manuel Balmaceda, por decreto, obligó que fueran vacunados los recién nacidos
"En 1765 fray Pedro Manuel Chaparro inició inoculaciones con pus de las pústulas de los variolosos para prevenirla. Fueron unas cinco mil personas las que recibieron la vacuna y ninguna murió".