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"Las mujeres, en vez de tenerme más confianza, sentían un rechazo"

María Angélica Guzmán sufrió maltrato, un accidente la dejó postrada y se le quemó la casa. Parece el guion de una película, pero es parte de la historia de vida de una de las primeras mujeres certificadas en gasfitería de nuestro país: "Mido un metro 37 no más, pero me considero muy grande", confiesa.
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Ser reconocida siendo mujer en un rubro históricamente de hombres no es cosa sencilla. Sin embargo, María Angélica Guzmán lo logró: a sus 51 años, es titulada de Técnico en Construcción Civil del Centro de Formación Técnica de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (CFTPUCV) y es parte de la primera generación de mujeres gásfiter, capacitadas a través de un programa que la empresa Esval realiza desde el año 2015.

"Las clientas mujeres, en vez de tenerme más confianza, sentían un rechazo", dice, recordando con sorpresa la poca acogida por parte de su género. "No creían que yo tenía la capacidad de hacer un oficio que hasta ese tiempo era solamente de hombres", asevera. "Hasta que vieron que yo podía trabajar igual que uno, ahí empezó a ser todo más expedito", sostiene.

La proyección a futuro de Guzmán fue lo que la motivó a adentrarse en el mundo de la gasfitería: "Yo vi que esto iba a trascender en el tiempo. Siempre en una casa hay que arreglar una llave, un cálefont", afirma. Cuenta también de lo crucial que fue su monitor de práctica para continuar con sus estudios superiores: "Quedábamos mojadas hasta los churrines pero él nos daba la confianza. Si él no me hubiera brindado la confianza que tuve en mí misma para poder, posteriormente, sacar la carrera".

Las peculiaridades en la educación superior también estuvieron presentes: era la única mujer y la de mayor edad: "Dentro del curso a mí no me veían como una compañera. A mí me veían como la mamá", asegura. Más que un impedimento para integrarse al curso, recuerda que sintió "una alegría enorme cuando vi a mis compañeros aplaudir de pie cuando me titulé".

Ser autónoma

María Angélica Guzmán es parte de una generación que no está tan familiarizada con el feminismo. Para ella, la independencia -sobre todo económica- es un valor fundamental y liberador para las mujeres: "Eso de estar mantenida por una persona, no es digno de nadie", afirma. "No tengo que esperar que a mi marido le paguen o que a un hijo le paguen. No. Yo solvento el hogar", contrasta con orgullo.

Recuerda también vivencias pasadas y cómo pudo salir adelante: "Sufrí mucho cuando recién me casé y hubo violencia intrafamiliar, pero nunca me quedé echada en los laureles". Además, destaca la ardua labor de las madres solteras o que deciden separarse tras una relación abusiva: "A lo mejor valía más que esa mujer estuviera aperrando sola con su hijo, antes de estar en un matrimonio con mucha violencia", destaca.

No fue su única prueba. En 2018, se fracturó la pierna derecha en un accidente que la dejó postrada. "Tuve que aprender a caminar de nuevo, pero eso a mí no me detuvo y no me decaí", proclama. En su último año de carrera, cuando comenzaba a mejorar, su casa se incendió y la hizo replantearse su camino. Incluso en tales condiciones, solo se ausentó la primera semana de clases. "Yo soy súper pequeñita. Mido un metro 37 nomás, pero me considero una mujer muy grande", puntualiza.

Aprender para ser

"A mí me gusta mucho estudiar. Si algo yo tuviera que pedir en la vida son libros, libros y más libros", confiesa. Guzmán resalta el valor de la educación dentro del crecimiento integral de la persona, especialmente cuando se trata de formar a quienes serán futuros profesionales: "Siempre le he dicho lo mismo a mi hijo. No importa si lee cómics o si lee fábulas, pero él tiene que leer y tiene que instruirse porque, aunque sea una frase cliché de las mamás, lo único que le podemos dejar a nuestros hijos son los estudios", reflexiona.

Desde cosas pequeñas hasta carreras y oficios, María Angélica ha aprovechado cada instancia educativa que le han sido de utilidad a lo largo de su vida como mujer emprendedora: "En mi casa se ríen porque si hay que hacer un cumpleaños, yo hago todo. Eso a mí me permite no mandar a hacer una torta, no mandar a hacer un pantalón", ejemplifica.

Así nació su emprendimiento de pastelería que difunde en redes sociales y que lleva a cabo a la par de su carrera. "Uno no tiene que esperar que otra persona te dé a ti", dice, mientras sigue adelante con su carrera.

"No creían que yo tenía la capacidad de hacer un oficio que hasta ese tiempo era solamente de hombres".