Ferretería El Candado dice adiós tras 9 décadas
El histórico local comercial, ubicado en pleno barrio Almendral, cierra sus puertas a mediados de marzo. La inseguridad les jugó en contra.
Mirian Mondaca Herrera - La Estrella de Valparaíso
No muchas ferreterías de barrio pueden jactarse de tener su propia línea de productos; algo que sí ostenta orgullosamente la clásica ferretería El Candado, emplazada hace 93 años en calle Rawson de Valparaíso. Hasta mediados del siglo pasado, de manera exclusiva, se podía encontrar la pintura o virutilla líquida "Montserrat", creada por su propio fundador, Elías Casamitjana, en honor al monasterio del mismo nombre emplazado en Barcelona, su ciudad natal. Este llamativo dato es solo uno de los tantos que da cuenta de la relevancia que alcanzó este local en sus años de gloria.
Aquel otrora joven inmigrante español que llegó a Valparaíso con su familia para evitar ser convocado a la milicia en su nación de origen, inició hace 93 años, en el entonces pujante barrio Almendral, esta ferretería que ahora está ad portas de cerrar sus puertas para siempre. Su nieto José Ignacio Casamitjana será quien tendrá la difícil tarea de cerrar la cortina de este negocio familiar para siempre el próximo 13 de marzo.
Por estos días, José Ignacio prepara a toda marcha la salida de este espacio que albergó por más de 9 décadas el negocio liderado por su abuelo, luego por su padre (también llamado Elías Casamitjana) y ahora por él. Son cientos de recuerdos e historias que asoman en su memoria al compartir labores en estas últimas semanas con sus fieles escuderos: Gladys Urrea, cajera del lugar durante 52 años, y Segundo Reyes, trabajador hace más de veinte años.
José Ignacio Casamitjana reconoce que no es fácil dejar este lugar que vio crecer a generaciones de clientes, ya que los niños del pasado que llegaban con sus padres o abuelos a comprar, hoy son adultos que hacen lo propio con sus retoños. No obstante, la situación económica y de seguridad se hizo insostenible en el último tiempo.
"Ahora, aparte que no hay movimiento, es la inseguridad de que estamos expuestos a que entren lanzas y también para irnos más tarde da miedo estar en este barrio. Después del estallido, como estamos al lado del Congreso, nos aguantábamos todas las protestas y también eso nos espantó a la gente. Es un conjunto de cosas que se unieron y gatilló en esta situación y mi papá hace varios años ya no era un negocio rentable", lamenta José Ignacio.