Ser profesor en la zona de sacrificio
La vocación es la guía de los docentes que en forma periódica deben lidiar con intoxicaciones masivas en las escuelas de Quintero y Puchuncaví. "Siempre está el miedo latente de padecer alguna enfermedad", relata uno de ellos. Hasta ahora no hay estudios sobre la salud de los maestros, también expuestos a la contaminación.
Javier Ahumada, Diego Chicano y Magdalena Peña - Escuela de Periodismo UAI - Viña del Mar
Marcela se levanta todos los días a las seis de la mañana. Recién a las nueve de la noche anterior le informaron desde el liceo que tendría clases al día siguiente, pues depende de la calidad del aire y de la ventilación de la zona si los alumnos podrán asistir a los recintos o no.
Desde la intoxicación masiva de 2018, el rol de los docentes dejó de ser netamente educar y pasó a ser el de contener emocional de alumnos y alumnas que deben estudiar en una zona de sacrificio.
Esta es la historia de cientos de profesores del sector de Puchuncaví, Quintero y Ventanas, quienes se sienten cansados y abandonados por parte de las autoridades, pues a diario sufren las represalias de un aire contaminado mientras las horas en aula solo disminuyen para los estudiantes.
Incertidumbre, vocación y abandono son algunos de los términos que más repiten los docentes a la hora de relatar sus historias. Algunos explican que han debido salir de las salas en camilla tras los desmayos, otros sufren de mareos y jaquecas, pero algunos, oriundos de la zona, ya ni siquiera presentan síntomas debido a la costumbre.
Por parte del gobierno, no existen registros públicos actualizados ni monitoreos al estado de salud de los profesores que, día a día, ponen su salud en riesgo para educar a los niños.
La mayoría de las veces, a la hora de cancelar la jornada de clases por las intoxicaciones, los educadores deben permanecer en el recinto hasta finalizar su jornada laboral, pero "nosotros no respiramos distinto a los estudiantes", dice Angélica Venegas, la directora del Liceo Politécnico de Quintero.
La vocación sobre la salud
Debido a las suspensiones de clases por los altos índices de contaminación en el aire, los docentes del establecimiento mencionado sostienen que estar en el aula no solo tiene el objetivo de enseñar, sino que de contener a los menores.
Lo anterior, ya que tienen la responsabilidad de protegerlos ante la situación en la que viven y no pueden dejarlos de lado. El profesor de filosofía del recinto, Jonathan Guerrero, sostiene que "yo percibo una responsabilidad de no abandonar a estos estudiantes en particular (...) acá está nuestra labor y ellos son los que nos motivan".
Los docentes aseguran que, en la zona de Quintero, el contexto social requiere de la presencia de un cuerpo educacional apto, en una zona abandonada por el Estado. Ante esto, el profesor de educación física del Liceo Politécnico de Quintero, Rodrigo Donoso, afirma que la labor social los motiva a seguir adelante, porque si bien podrían ir a trabajar a otro lugar, quieren que la comuna surja.
Tanto Marcela Letelier, como Gonzalo Bernal, profesores de historia y deporte, respectivamente, aseguran que trabajan por vocación, puesto que los alumnos que viven en las cercanías del cordón industrial están expuestos a más daños que jóvenes de otras comunas.
En suma, Bernal, esperanzado, sostiene que "me siento comprometido con que esto sea mejor y poder intervenir en mis estudiantes, ya que muchos de ellos están en nichos vulnerados. Que tengan otras opciones de vida y poder nutrirlos con otra visión de mundo".
Sin embargo, las repercusiones a la salud por exponerse diariamente a los contaminantes siguen siendo motivo de preocupación para los docentes. A Marcela la sacaron en camilla de la sala de clases por intoxicación masiva de agosto de 2018. Su doctor le pidió expresamente que no volviese a trabajar en la zona, ya que su salud se estaba viendo comprometida debido a la alta concentración de gases en su cuerpo.
A pesar de esto, cinco años después la profesora de historia sigue en el mismo establecimiento y no tiene ninguna intención de irse. "Creo que el bien de los estudiantes está por sobre mi bien", explica.
La exposición permanente a este tipo de gases, tales como el nitrobenceno, dióxido de azufre y arsénico, están asociados a daños cromosómicos, genéticos, distintos tipos de cáncer, infartos y accidentes cerebrovasculares. Aun así, los profesores asumen día a día ese riesgo en pos del bien de sus estudiantes.
A casi cinco años de la primera intoxicación masiva, los docentes cuentan que no ha habido ningún chequeo médico para detectar la presencia de metales pesados en su sangre.
Hoy su principal motivación para continuar trabajando en la zona es la vocación por lo que hacen, además de entregarle educación de calidad a los alumnos que día a día se ven vulnerados por la crisis ambiental.